Día: 2 de junio de 2010

RUNES SANGUINIS: Sobre la Fantasía. / Por Clark Ashton Smith

Nos han dicho que la literatura que trata lo imaginativo y la fantástico, está fuera del favor de los intelectuales, quienquiera que ellos sean. Sólo lo real, cualquier cosa que es o pueda ser, es admisible de consideración. Y los autores deben confinarse a temas bien adaptados, dentro del ámbito de las estadísticas, las luces del cálculo, Freud y Kraft-Ebbing, las editoras Hearst y McFadden, NRA, y los catálogos por correspondencia. Las Quimeras ya no están de moda, y el Infinito ha sido abolido; el Misterio es obsoleto, y Esfinges y Medusas son juegos de niños. Lo sobrenatural y extraterrestre están proscritos, y todas las imposibilidades mundanas han sido desvanecidas dentro de algún limbo de irrisión literaria. Uno puede escribir acerca de Caballos e Hipopótamos, pero no acerca de Hipogrifos; de Biógrafos, pero no acerca de Ghules; de vecindarios hacinados de prostitutas y méndigos o de los herederos de la aristocracia, pero no acerca de Súcubos. En conclusión, todo sueño y toda fantasía no autorizada por lo Freudiano, por la Sociología y los cincos sentidos, están destinados a una crítica carcajada de caballo; cuando, a través de la ignorancia, la insolencia o preferencia, ellos encuentran un lugar en la temática de algún autor, suficientemente desafortunado de haber nacido en la época de Jeffers, Hemingway, y Joyce.

Examinemos este asombroso edicto, amparado, como debe ser, por personas cuya tolerancia literal sólo puede ser superado por sus «superiores de cuatro patas». Seguramente es axiomático en el arte y el pensamiento, el hecho de que no tratamos con las cosas en sí mismas, sino con el concepto de las cosas. Uno puede escribir, como Villon, de Muelde Meg y el Fair Helm-Maker; o, como Sterling evocar a Lilit o el vampiro de ojos azules: en ambos casos, sólo representaciones de la mente del poeta son mostradas. Está en manos del creador, y no del crítico, la elección de la imagen o símbolo que le sea más afín. Las personas que no pueden soportar nada con un matiz metafórico o fantástico, deben confinar su lectura a los resultados del censo. Allí, si acaso, ellos se encontrarán en terreno seguro.

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