Etiqueta: Nirvana

ALTERECOS 4.D / Un Jardín de Valores Nórdicos

ROBERT E. HOWARD - 1906 -1936

Les aseguro

que el individuo nunca se pierde, ni en el pozo negro del que

un día salimos arrastrándonos, berreando, ciegos y

repudiados, ni en el eventual Nirvana al que algún día

accederemos… y que he podido ver, a lo lejos, centelleando

como un lago azulado en el crepúsculo, entre las montañas

estelares.

El Jardín del Miedo (Robert E. Howard)


Un jardín puede ser muchas cosas aparte de un jardín. Sobre todo cuando su exuberancia se hace manifiesta a través de extrañas formas vegetales armadas de intensos colores que golpean con el impacto de la maza de un gigante. En el lejano rincón oscuro, tras la estructura de espinas y pétalos de una belleza que sirve a la muerte, se agazapa la siniestra fuerza espiritual simbolizada en un jardín que en verdad puede ser muchas cosas aparte de un jardín, incluso El Jardín del Miedo.

Robert E. Howard concibió esta historia como parte de una serie —posteriormente abortada— en 1933. Ese año, que sería la colina de hierro sobre la que se alzaría el sol de rayos cortantes de Conan y su Era Hiberyana, también se prestó para que Howard intentará especular con algunas de sus inquietudes filosóficas concerniente a uno de sus temas favoritos: Las vidas pasadas y la reencarnación. Así, con los destellos de la espada del bárbaro Cimmerio encegueciendo a una masa de fanáticos, ávidos de que su propia cabeza ruede por las colinas heladas de ese pasado nórdico, Howard escribió la primera historia basada en el personaje James Allison. Esta historia se tituló Los que Marchan al Valhalla, teniendo como protagonista al personaje James Allison: un ciudadano de Texas que al filo de la muerte comienza a recordar sus vidas pasadas. En una carta a Clark Ashton Smith, de octubre de 1933, Howard escribió que la secuela de esta historia El Jardín del Miedo, iba a «tratar con algunas de mis varias ideas del mundo Hiberyano y post-Hiberyano». Nos encontramos pues, en el ocaso de la Era Hiberyana, en especial en un momento de grandes migraciones.

Lo que hace a estas historias joyas especiales dentro del gran tesoro de gemas imaginarias que es en sí la literatura de Howard, es que el carácter de pasiva reflexión dada por la mecánica misma de su principal tema —el recuerdo de pasadas vidas— las convirtieron en espacios en los cuales Howard pudo cincelar puntos de vistas más filosóficos; aún estando presente la metafísica de la acción, que de la mano de una narrativa fulminante, como un rápido golpe de hacha, nos decía todo lo que necesitábamos saber del día a día de un guerrero.

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TETRAMENTIS / ¡Mi Norte Mágico!

Morgan Vicconius Zariah

A los límites del infinito, hacia el corazón de la estrella polar, ahí  dirijo mi camino. Partiré un día con una marcha fúnebre de hielo y de brisa hacia el norte del cosmos, ¡como siempre al norte!, donde se elevan los templos y los castillos y la belleza llega delicada como una armoniosa  sonata de arpa, es ahí donde dirijo mis pensamientos. En la niebla agotaré mis días igual que un ángel solitario. Entretenido con el devenir de las espectrales luces estelares. El réquiem frío me acunará en sus oscuros brazos, con una divinidad virginal de hielo. Una madre fresca y austera  me  tomará en su seno desde ese día. La naturaleza es limpia y eterna en ese rincón magnético.

 

Allá donde se dirigen mis sueños, se pierden los sueños de los duendes y descansan los ensueños de los magos. Ahí, donde la constelación de la Osa Mayor reposa con la cabeza sobre sus glaciares, dirige mi brújula su aguja espiritual al Valhalla. Aquí me espera un Nirvana de hielo y de paz. Es el lugar de la ciencia otorgada por el genio de la tierra. A los hombres de nieve se les ha concedido los dominios del mundo, y con sus melancólicas manos han erigido la leyenda; a su inteligencia pura y su límpida raza  les ha sido dado el relámpago y lo poderes del rayo. Dentro del trueno acechan sus demonios para hacer caer a sus enemigos; quemándolos con fuego y energía que vienen del agua y del viento. Así lo quisieron los dioses, ¡hicieron una llamada hacia al norte!, aún cuando estaba el hombre en sus etapas primitivas. Y luego, a los que escucharon y subieron, les fue limpiada la piel del pecado del fuego,  y sus ojos, como el cielo, se hicieron claros. Allí es donde dirijo mis sueños, donde va el alma de los sabios y más aún, al norte de la estrecha polar, el epicentro de su evolución, al norte, siempre al norte. ¡Hacia Hiperbórea!Aunque me pierda.

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