DAMNED ANGEL 0.1 /


Capítulo I: Traición en los Cielos

Por Edwin Peter Barbes -14102010-

«El Fin de Los Tiempos, sucederá al Final de los Primeros Eventos»

Dios y sus ángeles reinaban en el cielo, y el universo aún no conocía la maldad. Todo estaba bajo la mano del Dios omnipotente, y toda alma le obedecía, al menos hasta el momento. Existía un Arcángel, un Ángel de Luz, que tenía un cargo de suma importancia en el cielo. Pero su corazón lentamente se obscurecía al darse cuenta de no poder igualar el poder de la Santa Trinidad. En poco tiempo, desarrolló una teoría, donde entre engaños y mentiras, verdades a medias y demás artimañas, quería convencer a los ángeles que moraban en el cielo, de que podrían revelarse ante Dios, ser más poderosos, e inclusive, destruirlo. Yo fui uno de esos ángeles que cayó profundamente en esta mentira. Fuimos expulsados del cielo, y condenados a vagar por la tierra, que estaba desordenada y vacía. El odio y la ira se habían apoderado de nosotros, y Satanás, (como habíamos decidido llamar a nuestro nuevo líder), nos guió a través de un mar de violencia. Y las llamas se encendieron por todos lados, quemando todo a su paso. No, no era cualquier fuego. Era Fuego Infernal.

Luego de esto, muchos años después, Dios decide crear un mundo nuevo, donde nosotros ya habitábamos. Así que con su poder nos encerró en lo más profundo de la tierra, junto a todo el fuego que nosotros mismos habíamos creado, sellando la única posible salida con una puerta de 12 sellos, que contenía una inscripción que así revelaba: «Sólo la llave de la verdad, podría alguna vez abrir esta puerta.»

Los segundos parecían minutos, los minutos, horas. Así se sentía cuando tu cuerpo era consumido por las llamas infernales. Se había creado el Infierno. Los que una vez fuimos ángeles de luz, ahora nos podríamos, y nuestra carne se hacía más asquerosa. Una combinación de putrefacción, quemaduras y odio, mucho odio.

Muchos terminamos transformándonos en criaturas abominables; monstruos infernales llenos de maldad. Yo, por muchos años albergué ira hacia todo y todos, por estar en ese lugar maldito. Mi corazón dejo de latir, y se ennegreció, perdiendo todo el rastro de que alguna vez había sentido ternura o compasión.


Aunque todos vivíamos bajo la palabra de un mismo líder, no existían amigos ni aliados, era una batalla constante e interminable por el poder. Nadie podía salir del infierno, sólo Satanás. Aparentemente, tenía muchas cosas que atender allá en la tierra, pues iba muy seguido.


Dios había creado un hombre y una mujer a su semejanza, pero éstos le habían desobedecido. El Diablo los había tentado. Los años pasaron y seguíamos pudriéndonos en el infierno. Pensé que ese sería mi destino eterno, pero no sabía cuan equivocado estaba. El mundo estaba casi tan podrido como mi interior, todo lleno de aberraciones y pecados, sexo de manera salvaje e incorrecta, violencia, sodomía y miles de cosas más. Estas cosas iban debilitando las restricciones para que los demonios no escaparan del infierno donde se encontraban aprisionados. Cuando los humanos empezaron a realizar ritos paganos, encontramos una forma de salir. Los mismos humanos nos llamaban por nuestros nombres y nos conjuraban, así estábamos libres en el mundo, al servicio de El Rey del Caos.

Llegó el día en que me tocó ser convocado, y mi presencia fue arrebatada del infierno hacia un hogar donde una familia de un Padre, Madre e Hijo me habían convocado para acabar con la vida de un soldado que quemaba siempre sus campos de siembra, y abusaba de la madre de esta familia, y hacía trabajar incesantemente al padre y al hijo. Pero mi odio acumulado no lo pude contener. De un salto, me abalancé en contra del jefe de familia mordiendo y arrancando con mis dientes un enorme pedazo de carne y huesos de su hombro derecho, mientras con mis garras rasgaba todos sus órganos internos, que ya solo colgaban de su torso como hilos viejos. La madre y el hijo trataron de escapar, lanzando gritos de dolor y miedo. Fue inútil. Con un movimiento rápido, casi imperceptible para el ojo humano, utilicé toda mi fuerza para chocar mis garras contra la madre, que fue despedazada en tres partes horizontales, de las cuales brotó una lluvia de sangre y un rio de intestinos lacerados. Ante mí, sólo quedo el rostro horrorizado del pequeño hijo de aquella familia. Su rostro estaba impregnado con lágrimas de miedo y de dolor. El reflejo de mi rostro maldito se veía claramente en sus ojos llorosos. Luego de un tiempo indeterminado de silencio, hablé:

_Es la regla de todo guerrero noble no terminar con la vida de aquellos que no poseen la habilidad de defenderse apropiadamente… _Un rayo de esperanza brilló en ese momento en los ojos de aquel muchacho, pero su alegría fue interrumpida cuando continué hablando_. Pero la verdad es que jamás he cabalgado en corcel de pura raza o vestido con armaduras de oro, así que no le debo juramento a ningún principio.

Al decir estas palabras, el muchacho intentó gritar, pero de su boca sólo salió un sonido de ahogamiento, acompañado de una mezcla de su propia sangre y saliva. Ya había arrancado gran parte de su cuello con mis garras y probaba de su carne. Arranqué su cabeza a mordidas, y devoré todos sus órganos internos. Mientras me alejaba de los pedazos de carne que no devoré, pronto pasé al exterior de la residencia en donde fui invocado. Mi vista fue deleitada. No por el hecho de que hubiera un paisaje hermoso o simplemente porque era un buen día. No, era algo diferente. Estaba feliz porque a mi vista estaban presentes más hogares, como una especie de aldea, por así decir. Más humanos a los cuales asesinar. Mi rostro se vio cubierto por una sombra y, con un gesto sombrío y casi indescifrable, una sonrisa maquiavélica se resaltó en la oscuridad que envolvía mi rostro. Toda la aldea horas después, fue asesinada producto de mis manos.

Los años pasaron. No recuerdo mucho de esa época, probablemente porque no deseo hacerlo. Lo único que mi mente no ha bloqueado, son algunas imágenes. Recuerdo haber asesinado a muchas personas, demasiadas para nombrarlas a todas. Aldeas, poblaciones y hasta enormes civilizaciones fueron todas destruidas por mí y mis hombres. Si recuerdan como fue destruida Sodoma y Gomorra, sabrán como aprendí a jugar con fuego.

Satanás se dio cuenta de mis hazañas. Rápidamente, quiso adquirirme como otro más de sus peones. Recuerdo aquella tarde, en la que el sol se enrojecía por el contraste con el fuego que devastaba una ciudad. Yo perseguía a todos los que intentaban escapar. Ellos corrían desesperadamente para salvarse, pero era inútil. No podían escapar de mis garras. Pero entre la tormenta de fuego y la lluvia de sangre, observé cómo se acercaba una figura. Era siniestra y emitía un aura demoníaca demasiado poderosa. Al caminar por el fuego, parecía como si este temiera de él y se le apartara del camino, por el cual se movía, sin prisa alguna. Al quedar frente a frente a mí, pude observar claramente que se trataba de Satanás. Mirándome con unos ojos engañosos me dijo en voz profunda:

_Eres un guerrero, y luchas por mi misma causa. Dime, ¿lucharías a mi lado, y al lado de mis hombres?

Mi vista aún estaba fija en todos los cadáveres mutilados que yacían en el suelo. Sin pensarlo demasiado, mirándolo a los ojos respondí:

_Tu causa, no es nada similar a la mía. Tú buscas el poder en el cielo, yo lo busco en esta tierra.
_Entonces _interrumpió Satanás_, ¿por qué no cada uno obtiene lo que desea?
_¿De qué estás hablando? _pregunté intrigado.
_Hablo de que tú estés al mando de todas mis legiones de demonios en esta tierra. Yo ascenderé al cielo y tomaré el control. Tu gobernarás la tierra y juntos crearemos los imperios más poderosos e invencibles que jamás hayan podido existir… ¡Seremos más que dioses!

Mi ser se llenó de ansia por la conquista y por el poder. No pude controlarme… acepté inmediatamente. Una pequeña sonrisa casi indescifrable adornó el rostro de Satanás. Ya había caído en su trampa. Nuestras manos extendimos, y estrechándolas, nuestro trato fue sellado con fuego infernal.

_¿Cuál es tu nombre, tú que ahora nos comandas? _preguntó una horda de demonios que había avistado el asunto. Empecé a vacilar. No había recibido un nombre jamás desde que dejé el infierno. _«Cuando fui un ángel, recibí uno, pero no lo recuerdo»_ me dije a mí mismo. Justo cuando iba a hablar, Satanás me detuvo y dijo: _El nombre de al que ustedes servirán es Azazel: Hacedor del mal, príncipe de tempestades, rey de la destrucción y portador del caos. Aquel que no le sirva, morirá por su mano.

Capitulo II: La leyenda de Azazel

Por Edwin Peter Barbes -21102010-

«El Fin de Los Tiempos, sucederá el Final de los Primeros Eventos»

-¡A las armas! -Se escuchó un gran clamor en el cielo. Toda la atmósfera se sentía como si fuera oscureciendo poco a poco, para los ciudadanos de la gran Babilonia. De repente, otro grito se escuchó en el cielo: -¡Es una invasión! Estamos Perdidos.

Estos eran nada más que los lamentos de los soldados que deberían de combatir contra los invasores. A lo lejos se veía una gran nube oscura, que si al fijarse con más detenimiento, se podía claramente advertir como un gran ejército se aproximaba a gran paso… como si no fueran siquiera humanos. Parecía como que toda la obscuridad que empezaba a envolver la ciudad, era producto  de alguna clase de magia poderosa que el enemigo traía consigo. El rey del imperio babilónico, sin embargo, observaba la situación y lidiaba con ella como un asunto de menor importancia.

-Desplieguen a algunos quinientos hombres para responder el ataque, eso debe ser más que suficiente -dijo el rey sin siquiera tomarse la molestia de dirigir su mirada al campo de batalla en lo que tomaba su decisión.
-Pero mi señor, ¿acaso no os habéis dado cuenta de que este número de hombres no ha de ser suficiente para contener este ejército? -dijo el comandante en armas del rey. El rey tomó la palabra enfurecido, y dirigiéndose a su sirviente le dijo: – «¿Acaso dudas del poder de Babilonia? ¿Acaso pensáis que la furia de mis ejércitos no pudiera hasta calmar los océanos más salvajes? Si esta es vuestra manera de pensar, pues jamás serías merecedor de estar frente a mis hombres nunca más.»


Dicho esto, el rey blandió su espada y con un movimiento certero cortó de raíz su cabeza, decapitándolo al instante. Su cabeza rodó hasta los pies del rey. Éste la recogió tomándola por los cabellos y mirando la cabeza decapitada de su súbdito, nuevamente le habló diciendo: -«Te mereces algo peor por haber dudado de mi imperio.»


Los ojos del rey brillaban en la oscuridad, mientras reía histéricamente. ¡Cuán equivocado estaba él! Si supiera su destino, se habría suicidado en ese instante.

La noche fue aún más obscura de lo usual para Babilonia, cuando los ejércitos de Azazel rodearon la ciudad. El ejército de Azazel no era común y corriente. Estaba compuesto por todas las legiones de demonios que habitaban en la tierra. Eran demasiados y muy feroces. Aquellos quinientos hombres que el rey envió fueron devorados en un instante, en una pequeña oleada de la marea que traía consigo aquél ejército. No sólo ellos mataban a su enemigo, sino que comían de su carne y esto los fortalecía y les daba nuevos bríos para continuar la batalla. Al mando de este ejército se encontraba una figura maléfica. A metros de distancia podía verse su aura demoníaca y como corrompía el aire a su alrededor. Era Azazel. Nada más que el demonio más poderoso del infierno (aparte de Satanás). Era aquél que comandaba todas las legiones, y aquél que tenía poder suficiente para dominar la tierra, y precisamente eso buscaba. Poco a poco, terminaría siendo el amo de todo. Hoy Babilonia, mañana el mundo.

El rey de Babilonia al ver la ciudad sitiada empezó a ponerse un poco más nervioso. Se dirigió a un podio en la muralla y desde allí se alzo en voz alta al ejército que asediaba su ciudad.

-¡Cesad vuestro ataque! ¡Es inútil! ¡Los dioses de mi pueblo nos protegen! ¡Tomad otro camino, e iros en paz, si no deseáis conocer la ira de nuestros dioses!

Antes de seguir hablando, el rey se detuvo con una mirada perturbada y su frente sudorosa. Sin siquiera haberlo notado antes, el rey se quedó atónito al ver la figura de Azazel que ya estaba ocupando un lugar en el podio.

-¿Cómo?… -Vaciló el mandatario babilónico- no es posible, estabas a lo lejos bajo la luna, y en un segundo has… -la voz del rey se apagó. Era demasiada su sorpresa y grande su temor. Azazel solo se quedó inmóvil frente al rey, mientras todos los hombres del rey esperaban sorprendidos e impacientes a ver qué sucedería. De repente, Azazel tomó la palabra diciendo: -Muy lento. Así trabaja tu cuerpo y mente. Pero quiero que me respondas una pregunta: ¿Dónde están tus dioses ahora? ¿Dónde está su ira y donde está el poder que te concederían para acabar con mi ejército?

El rey no podía creer las palabras que escuchaba. Aún no entendía nada de lo sucedido, y ya era demasiado tarde para escapar. Con un movimiento rápido y certero, Azazel desenvainó una espada que llevaba en su cintura, y cercenó su cabeza sin casi aplicar fuerza alguna. La cabeza del rey volaba por los aires debido a la fuerza del corte, pero sólo para encontrarse frente a las garras de Azazel, y ser despedazada, convertida en nada más que fragmentos de carne, sangre y huesos en pleno aire. Toda esta sangre cubrió la figura de Azazel, y ante la luna ennegrecida podía verse el destello oscuro de su espada infernal.

El caos se apoderó de todos los soldados de la ciudad babilónica. Empezaron a escapar y a correr por todos lados despavoridos. En medio de toda esta confusión, Azazel ordenó a su ejército que tomaran la ciudad. Aprovechando la confusión, los demonios de Azazel acabaron con todo lo que encontraron. Los soldados de babilonia no pudieron hacer nada, ya que algunos inclusive se mataban entre ellos por la gran confusión y caos. Esa noche los demonios tomaron la ciudad y no perdonaron a nadie, ni siquiera mujeres y niños. Mientras todo esto sucedía, Azazel sólo observaba, desde el podio.

-Nuestro plan ha salido a la perfección -le dijo una figura que se acercó sin ser notada por nadie, excepto por el mismo Azazel, al podio donde éste se encontraba.
-¿Qué es lo que quieres, Lucifer? – preguntó Azazel sin retirar la vista del caos y la destrucción que se propagaba por todo el reino babilónico.
-Ja… Lucifer. Ya nadie me conoce por ese nombre. ¿Qué deseo, preguntas? ¿Acaso no puedo preocuparme por el bienestar de mi querido socio? -Al decir esto, los ojos de Lucifer brillaron con un destello rojizo.
– ¿Puedes dejar las estupideces de una vez? -preguntó Azazel impaciente.
-Bien, vayamos al grano. Necesito que prepares a tus mejores hombres… -Antes de que Lucifer continuara hablando, fue interrumpido bruscamente por Azazel.
-No estoy interesado -luego de su declaración, se agachó cerca del cadáver del ya fallecido rey de Babilonia y tomó una espada que colgaba de la cintura del rey. Al descubrir semejante hoja ante el brillo de la luna, ésta destelló con gran fuerza sobre aquella.
-Armas de humanos, son inútiles -dijo Lucifer. Pero para su sorpresa, Azazel volvió a envainar la espada y la colocó en su espalda. Lucifer continuó diciendo:
-¿Qué haces? ¿No es ya suficiente con la espada que te forjé en el abismo? Además ya llevas contigo otra espada, que jamás has desenvainado… ¿Ahora llevarás contigo otra más? A menos que os arregléis para haceros crecer otro brazo, creo que tres espadas ya es demasiado.
-Si no sabes apreciar la belleza de una espada, ese es tu problema. No podría permitir que tan excelente hoja se perdiese, así que la hice mía. ¿Algún problema con ello? -exclamó Azazel. Los ojos de ambos demonios se cruzaron como dos espadas chocan entre sí al dos guerreros enfrentarse. Luego de un buen rato, Lucifer habló: -Por supuesto que no. Solo me dio curiosidad.

Lucifer le dio la espalda a Azazel mientras observaba la noche que se hacía más profunda. Sin voltearse y solamente moviendo sus ojos hacia la dirección donde se encontraba Azazel, como si pudiera observarlo sin tener que voltear su rostro, le dijo:

-Necesito que alistes a tus mejores hombres. Tendremos guerra y una muy grande.
-Ya te dije que no estoy interesado en mezclarme con tus asuntos -respondió Azazel.
-¿En serio?…. Supongo que esto te hará cambiar de opinión. Quiero que escuches mi plan. Lo ejecutaré dentro de quinientos años y necesito de tu disposición.
-¿Acaso te refieres a….? –Azazel fue interrumpido por las serias palabras de Lucifer:
-Así es. Nuestro objetivo…. será su hijo.

Capitulo III: Un desafío de muerte (Vol 01)

Por Edwin Peter Barbes -28102010-

«El Fin de Los Tiempos, sucederá el Final de los Primeros Eventos»

Erian se encontraba muy inquieto, daba vueltas en círculos alrededor de una mesa donde se encontraban gran cantidad de papeles. Se encontraba en una cueva. En un lugar muy remoto, fuera del alcance de Azazel (Si es esto posible).

-Estás… ¿Seguro de todo esto? -le dijo Erian a su compañero Zeroth.
-No podría estar más seguro… luego de haber revisado el plan más de cien veces, ¿Aún lo dudas? -preguntó Zeroth.
-Pero es que… el es nuestro amo, él es invencible, tú mismo has escuchado las historias – respondió Erian.
-Bah, las historias son leyendas. Puros cuentos inventados por viejos asustados. Si en verdad crees que es tan poderoso, dime una cosa: ¿Por qué no ha seguido luchando? ¡Hace quinientos años que no vamos a la guerra, y los humanos han levantado nuevas naciones, aún más de las que destruimos! -exclamó Zeroth.
-Se dice que esto se debe a que se está preparando para una guerra, y ha pasado todo este tiempo entrenando sus poderes -opinó Erian.
-Puras patrañas. No más que excusas baratas es lo que son. La verdad es que él ya no es el mismo de antes. Sus poderes han disminuido, si es verdad que no ha perdido todos sus poderes por completo -dijo Zeroth.
-Sí… supongo que… supongo que tienes razón -dijo Erian con su duda un poco más disipada.

-Si quieres, para calmarte más, podemos revisar el plan nuevamente -dijo Zeroth mientras colocaba algunos papeles sobre la mesa y ordenaba los demás. Luego de la pausa continuó diciendo: -Todo será muy sencillo. Azazel se presentará ante todas sus hordas de demonios exactamente mañana al atardecer con un supuesto mensaje muy importante. Cuando esté frente a todos ellos, tú y yo lo retaremos frente a sus tropas a una batalla a muerte… ¡Un desafío de muerte!
-Pero, ¡Es imposible! -dijo Erian volviendo a caminar en círculos -¡Sus legiones acabarán con nosotros! ¡No podríamos con tantos!
-Él no permitiría que ninguno de sus demonios interfiriera -dijo Zeroth colocando su vista hacia sus pensamientos.
-¿A qué te refieres? -Preguntó Erian muy intrigado.
-Es que… él pelea con honor. Jamás permitiría que alguien interfiriera en alguno de sus combates. Lo destruiría sin pensarlo dos veces. Sus demonios no interferirán porque le temen. Sólo así, puede él comandar tan feroz ejército sin que nadie levante la mano contra él. Por eso hemos de derrotarlo ante sus tropas, para que ellas también nos respeten y nos teman aún más. ¡Los días de Azazel como líder de las legiones infernales han llegado a su fin! -Después de Zeroth pronunciar estas palabras, un fuerte viento entró en la cueva creando un atmósfera fría y desolada. Zeroth y Erianse mantenían serios y sin dirigirse palabra, sólo intercambiando pensamientos y miradas.

-Entonces, ¿Qué decides? -dijo Zeroth interrumpiendo aquel silencio -¿Me ayudarás a destruir a Azazel?
-Lo haré -respondió Erian.
-Perfecto -dijo Zeroth mientras sus ojos brillaban en la oscuridad.

El Sol caía hacia el horizonte, y sus últimos rayos intentaban penetrar toda la cumbre donde al pie, todas las legiones de demonios unidas aguardaban el momento en el cual Azazel revelaría aquél importante anuncio, por el cual había convocado la presencia de todos los que allí se encontraban.

-¡Creo que todo esto es una pérdida de tiempo! -dijo uno de los demonios de la multitud.
-Sí, tienes razón, llevamos aquí más de tres horas y Azazel aún no aparece… ¿Es acaso esto una clase de broma? -afirmó otro demonio.

Rápidamente un murmullo tomó forma entre los demonios, que ya empezaban a impacientarse, pero fueron interrumpidos por la voz de otro demonio que dijo: -¡Cállense! ¿Qué acaso están locos? ¡El que dude de la palabra de Azazel de seguro se convertirá en alimento para las bestias!

-¡Estamos cansados de esperar! -respondió otro demonio.
-¡Sí! -respondieron todos a coro. El anterior murmullo ya se había convertido en un gran bullicio y algunas peleas habían empezado. De momento, en aquella cumbre, se alzó la figura prepotente de Azazel que con un gruñido, más profundo y escandaloso que cualquier ruido en ese momento, dijo: -¡Silencio! Ya estoy aquí.

Todos los demonios callaron al instante. Nadie se atrevía siquiera a pestañear. Azazel miró a las grandes legiones que se extendían por toda la pradera bajo la cumbre y se sintió poderoso. Retomando la palabra dijo con voz clara y fuerte:

-Los he reunido aquí porque tengo dos importantes anuncios para todos ustedes. Les dejaré saber el primero: Debo informarles que nuestras legiones entrarán en guerra nuevamente -luego de dicho esto, los demonios empezaron a lanzar alaridos, gritos de júbilo y sed de guerra. Azazel continuó hablando fríamente: – Pero esta vez, nuestro enemigo será ese que tanto hemos odiado, ese que nos obligó a convertirnos en las criaturas que somos. Nuestro enemigo… será Dios.

Todos los demonios empezaron a mirarse entre sí. Estaban confundidos y se preguntaban como sucedería tal cosa. Todos sabían que Dios no descendería del cielo para luchar contra ellos, y si aún así lo hiciera… ¿Podrían derrotarlo? Antes de que la confusión se hiciera aún mayor, Azazel continuó hablando: -Pero no existe razón para caer en la duda. Tenemos una gran ventaja sobre Dios, y con esto podremos derrotarle. Les revelo hoy mismo, legionarios, que su hijo ha descendido a esta tierra, y será crucificado.

Todos los demonios se miraron entre sí, aturdidos y muy confundidos. Al ver la confusión de la  muchedumbre, Azazel retomó la palabra una vez más: -Supongo que es un poco difícil de creer sin hechos. Les enseñaré para que vean con sus propios ojos –momentos luego de decir esto, Azazel extendió su mano, invocando las fuerzas obscuras para abrir un portal que reflejaba hacia el futuro. Cuando éste se abrió, soltó un gran destello que se propagó por todo lo alto de la colina encegueciendo momentáneamente a los presentes. El brillo empezó a disminuir dejando solo una gran esfera flotante encima de la mano de Azazel. Ésta contenía imágenes diferentes, algo difusas del futuro.

-Observad, y ved como el reino del Dios de los humanos ha de caer –Azazel levantó la esfera en alto, mostrando a los presentes imágenes de un Jesús, hijo de Dios, golpeado, maltratado y luego asesinado. -Este es el futuro, que le espera a su hijo. Si podemos destruirlo, eso destruiría la Santa Trinidad, y Dios estaría vulnerable a nuestros ataques, Satanás lo derrotaría y se proclamaría rey del cielo, y yo lo sería de esta tierra.

Todos los demonios lanzaron gritos de júbilo, de sed de sangre y ansias de destrucción. Finalmente llegaría un momento en el que pondrían a prueba su fe, y todo por lo que habían luchado por tanto tiempo. Pero antes de que pudieran seguir celebrando, Azazel mandó a callar a todos.

-Pero aún queda un anuncio más que realizar… -una vez dicho esto, la atmósfera cambió a una más obscura y sombría. Su rostro se vio obscurecido mientras sus ojos brillaban en las sombras. Luego de una pausa, continuó hablando. -Dos de mis hombres se han revelado en mi contra, y planean destruirme en este mismo instante.

Todos enmudecieron. Rápidamente empezaron a mirarse los unos con los otros en un mísero intento de descubrir los acusados por Azazel.

-Dejad de señalaros unos con otros. Los que han de desafiarme no son más que Zeroth y Erian, quienes planean atacarme en frente de mis hombres, y se encuentran en la colina más cercana a esta en este mismo momento.

Las figuras de ambos demonios se podían apreciar ennegrecidas por la sombra que arrastraba el ocaso desde aquella colina adyacente. Ya estaba lo suficientemente obscurecido para ver los ojos de los demonios brillar en la obscuridad. El silencio era lo único que se dejaba escuchar. De repente Azazel volvió a hablar:

-¿Van a atacarme? ¿O sólo estarán allá todo el día?……… ¡CONTINUARÁ!

Capitulo III: Un desafío de muerte (Vol 02)

Por Edwin Peter Barbes -04112010-

«El Fin de Los Tiempos, sucederá el Final de los Primeros Eventos»

-¿Van a atacarme? ¿O sólo estarán allá todo el día?

De repente las figuras de Zeroth y Erian desaparecieron, como si se hubieran desvanecido. Estaban corriendo en una velocidad tan extrema, que muy difícil el ojo humano podría divisarlos. Ambos cargaron con todas sus fuerzas hacia Azazel, lanzando sus puños derechos encendidos en energía demoníaca hacia su rostro. Se produjo una gran explosión que levantó una gran nube de polvo, que imposibilitaba la vista. Cuando ésta fue disipada, todos los demonios presentes entraron en asombro. Ambos demonios, tanto Erian como Zeroth, habían asestado el golpe en el suelo, Azazel había desaparecido. Zeroth tomó la palabra diciendo: –«¡Increíble! ¿Jamás había visto semejante velocidad en un demonio antes… ¿no es así… Azazel?» -Dicho esto, Erian y Zeroth se voltearon, dirigiendo su vista a la otra colina, donde Azazel se encontraba luego de esquivar el ataque. –«Creo que necesitaremos métodos más drásticos para luchar contra ti -continuó Zeroth- Al parecer tal vez las leyendas sobre ti no sean del todo inciertas.»

Zeroth y Erian empezaron a aumentar su aura demoníaca. De las manos de Zeroth, salieron dos espadas cortas producto de la magia infernal. Aquellas cuchillas brillaron con una esencia demoníaca, como si las hubiera sacado del mismo infierno. Erian por su parte convocó un portal en el cual al introducir su mano, sacó del una enorme guadaña de combate cargada con poderes ocultos.


Azazel mantenía su vista fija hacia ellos. El tiempo se sentía pesado en lo que se observaban. De repente el silencio se vio interrumpido por el sonido de movimientos rápidos. Se veían destellos de luz en el aire. Estos destellos eran las colisiones de la guadaña de Erian y las cuchillas de Zeroth al chocar con los rápidos movimientos de la espada de Azazel. Con gran rapidez Azazel detenía todos los ataques de ambos contrincantes con su espada infernal. El golpe de aquellos metales era fuerte y continuo; pero ningún guerrero parecía ceder. Con un movimiento rápido Zeroth se colocó detrás de Azazel y de un salto, dando vueltas en el aire a gran velocidad, Zeroth se había transformado en un tornado filoso que arrasaba todo a su paso. Las piedras y árboles cerca se partían en dos como frágiles hojas. Sin Azazel poder realizar ningún movimiento para esquivar estos ataques, la técnica de Zeroth dio de lleno con Azazel, quien perdió sus brazos y piernas, parte de la cabeza y su torso fue rasgado, revelando un largo camino de tripas y sangre a través del viento. Los pedazos de Azazel que quedaron intactos se desplomaron en el suelo con un sonido estridente. La sangre estaba regada por todas partes. Zeroth empezó a reír histéricamente mientras observaba los pedazos de Azazel en el suelo. Con una gran euforia y su aura demoníaca resplandeciendo más que nunca, exclamó a toda voz:

-¿Acaso no lo veis? ¡He destruido a su líder sin casi ningún esfuerzo! ¡Es por esto, que YO seré su nuevo líder!
-Espera… -interrumpió Erian -¿Te has olvidado de mí? ¡Yo también te ayude a… –Zeroth se volvió rápidamente hacia Erian. Éste notó como en sus ojos brillaba la locura. De un golpe cargado con poder demoníaco, Zeroth hizo que Erian retrocediera.
-¡Tonto! ¡Inepto! ¡Yo lo destruí! ¡Yo usé mis poderes! ¡Yo acabé con él! ¡Yo solo! ¡La gloria es toda sólo para mí! -Exclamó Zeroth.
-Solo estas demente, te has emborrachado de poder -respondió Erian.
-¿Y es acaso eso algo malo? -Preguntó Zeroth.
-¿Qu… Qué insinúas? -preguntó Erian.
-Es el poder lo que nos motiva a aplastar a aquellos que no lo poseen… ¡Y yo poseo ese poder que…
-No lo posees -dijo una voz demoníaca interrumpiendo a Zeroth -Verás… me he quedado esperando un rato, porque tu discursito me ha parecido de lo mas entretenido… pensé en escucharlo un poco para reirme…
-¿Q… Quién eres? ¿Dónde estás? -preguntó Zeroth con una gran duda.
-Ya me conoces… y estoy tan cerca de ti que ya puedo sentir el olor de tus entrañas – respondió Azazel.

Los pedazos mutilados de Azazel empezaron a encontrarse unos con otros mientras su cuerpo se regeneraba casi al instante. Azazel se acercó por la retaguardia de Zeroth, y poniendo su mano en el hombro de Zeroth, se acercó a susurrarle al oído:

-¿Crees que tienes poder?… Yo te enseñaré el verdadero poder.

Azazel atravesó a Zeroth con su mano derecha por la espalda y lo levantó mientras su mano retorcía sus intestinos. Un aura demoníaca muy fuerte proveniente de Azazel empezó a formarse. Una luz negra empezó a salir del cuerpo de Zeroth, enviada por las descargas de poder de Azazel. Zeroth gritaba lleno de agonía; pero su llanto cesó, cuando todo su cuerpo explotó en diminutos pedazos, y su sangre llovía como ligera lluvia, mientras sus pedazos de órganos caían cual granizo en invierno. Azazel, cubierto en la sangre y restos de intestinos de Zeroth, dirigió su mirada hacia Erian y le dijo: –«Ahora es tu turno.»

Capitulo IV: Erian contra Azazel

Por Edwin Peter Barbes -11112010-

«El Fin de Los Tiempos, sucederá el Final de los Primeros Eventos»

Los demonios que presenciaron lo ocurrido en la batalla hasta el momento, no podían creer lo que estaba ocurriendo. Jamás habían presenciado tal demostración de poder en todas sus vidas.

—Lo… mataste…! ¿En un sólo ataque?!— dijo Erian aún sin poder escapar de su sorpresa.
—Él no era nada más que un estorbo en nuestra pelea… sólo quise deshacerme de él—respondió Azazel.
—¿Qué estás diciendo?— preguntó Erian.
—Vamos… tú y yo sabemos en verdad que él no era nada poderoso… su aura demoníaca era muy débil. Pero en cambio la tuya… puedo sentirla, es mucho más poderosa. Tú, Erian, eres un oponente digno.

Azazel y Erian se podían apreciar erguidos ante la sombra de la noche, inmóviles, como si lucharan sólo con su esencia. La noche ya había caído fría sobre todos los presentes. Entre las sombras, apenas podían apreciarse las figuras de los demonios que allí se encontraban. Todos estaban atentos al combate que estaría por iniciar.

—Hemos perdido suficiente tiempo— dijo Azazel.

Azazel desenvainó su espada infernal, dejando envainadas sus otras dos espadas. De un movimiento salvaje, pero con destreza, lanzó con gran fuerza aquel metal que brillaba con llamas infernales, hacia Erian. Rápidamente, Erian logró poner su guadaña en posición de defensa para bloquear el ataque de Azazel. Un golpe sordo se escuchó por todo el valle, con una gran resonancia. El choque de ambas armas produjeron una vibración que hizo que las piedras cercanas crujieran. La pelea había comenzado. Erian y Azazel luchaban intensamente. Erian lanzó su guadaña con gran velocidad hacia Azazel, la cual rompía la tierra por donde iba pasando al ser lanzada. Azazel esquivó el ataque justo a tiempo, cuando dio de lleno con una piedra, partiéndola en dos. La guadaña con un efecto boomerang, regresó a las manos de Erian. Azazel rápidamente contraatacó, lanzando ondas de fuego cortantes al agitar su espada. Erian empezó a girar en círculos su guadaña, al sostenerla con sus brazos extendidos, creando una onda de viento. Esto bloqueó los ataques de Azazel enviándolos en diferentes direcciones. Algunos cortaron piedras y árboles, los otros desmembraron y decapitaron a los demonios más cercanos, que estaban inconscientes de que esto ocurriría. Los cadáveres despedazados se desplomaron en el suelo. Azazel y Erian tomaron unos segundos para cruzar miradas, y luego volvieron al combate. Azazel extendió su mano, y aumentando su aura demoníaca lanzó una onda mental que golpeó a Erian, el cual rodó por el suelo como un animal lapidado. Cuando éste intentó ponerse de pie, Azazel nuevamente utilizó sus poderes mentales, haciendo que Erian se hundiera en el mismo suelo donde yacía. El suelo se quebró tanto como algunos de los huesos de Erian. Los ojos de Azazelse veían rojos como la sangre en las sombras.

—Ustedes dos, debiluchos, planeaban destruirme, que patético— dijo Azazel, enrojeciendo aún más sus ojos. Al decir esto, aumentó la intensidad de la onda mental, causando que Erian se enterrara aún más en el suelo. Azazel continuó diciendo: —Me das asco, te destruiré ahora mismo.
—¡Jamás!— gritó Erian. Entonces se liberó del control mental de Azazel y se puso en pie rápidamente— te enseñaré mi poder.

Incrementando de manera asombrosa su aura demoníaca, Erian invocó gran cantidad de espíritus; almas errantes que parecían una lluvia de tormentos. Con un movimiento de sus brazos, Erian lanzó la legión de almas hacia Azazel. Los espíritus se introdujeron en su cuerpo y empezaron a corromper su carne, pudriéndose esta rápidamente. Los pedazos de Azazel empezaron a llover.

—Sufre la ira de las almas— gritó a toda voz Erian—. Ellas tomarán más que tu cuerpo, tomarán tu alma, y la destruirán.
Azazel parecía no moverse en absoluto. Más bien, lo único que parecía moverse eran las almas que lo despedazaban. Erian se alzaba imponente ante su presencia, con su aura demoníaca más fuerte que nunca.
—¿Está derrotado?— Se escuchó una voz de uno de los demonios de las legiones.
—No lo sé, parece que está en problemas— respondió otra voz.
—Quizás no pueda librarse de ésta— afirmó otro.

Ya aquellos murmullos eran gritos de discusión. Los demonios maldecían y se maldecían entre ellos. Pero de repente los gritos cesaron. Un sonido se escuchaba por encima de todos… Era la risa maniática de Azazel.

¡HAHAHAHAHAHAHAHAHAHA!— rió histéricamente. Sus ojos reflejaban el fuego mismo del infierno, su presencia contaminaba el aire alrededor. De él emanaba un aura demoníaca tan poderosa, que toda la vegetación a su alrededor se marchitó y luego se incineró.
—¿Cómo… cómo es posible?— preguntó Erian asustado.
—Haz olvidado un detalle. Tus almas vinieron a destruir la mía, pero yo no poseo ninguna— dijo Azazel mientras continuó riendo. Con sus poderes telequinéticos, Azazel desenvainó sus otras dos espadas, y colocó las tres espadas, flotando a causa de sus poderes justo en frente de él.
—Ahora yo te enseñaré mi poder— gritó mientras reía.
Azazel concentró gran parte de su poder, y con sus manos juntó las tres espadas; transformándolas en una sola hoja, la cual traía consigo su propia aura demoníaca.
—¿Qué has hecho?— preguntó Erian.
—Cuando me expulsaron del cielo, jamás me despojaron de mi Espada de Luz. Aunque como demonio jamás pude tocarla, la mantuve conmigo— respondió Azazel.
—¿Acaso esas tres espadas…
—Así es— interrumpió Azazel—. He tomado mi espada de demonio, mi espada como ángel y la espada de un humano, y las he transformado todas en una sola: La Espada Trinitaria.

Todos los presentes temblaron al escuchar a Azazel pronunciar estas palabras. Azazel parecía incluso más terrorífico que el mismo Lucifer. Con la espada en mano, poseía los poderes de las tres razas.

—¡Ahora, arde!— dijo Azazel.

Antes de que Erian pudiese empezar a preguntarse por qué Azazel le había dicho esto, Azazel encendió su espada en fuego infernal y alzando su espada con dirección a Erian, el fuego fue disparado de ella cual arma demoníaca sacada de los abismos. El cuerpo de Erian ardió en llamas. Pero no era cualquier fuego, era fuego infernal… Fuego que quema el cuerpo y alma.

Azazel parecía no inmutarse ni mostrar remordimiento alguno por nada de lo que había hecho. Empezó a alejarse de Erian, que se restregaba en el suelo gritando y agonizando en lo que el fuego lo consumía. Al acercarse a las cuchillas de su ya vencido oponente, Zeroth, Azazel extendió sus brazos y telequineticamente introdujo las cuchillas dentro de su carne, en sus antebrazos.

—Tal vez las necesite más adelante— se dijo a sí mismo.

Enfrentando a la gran multitud de demonios, Azazel exclamó a toda voz:

—¡Eso es lo que sucede cuando desafían a su señor de guerra! ¿Alguien más desea rebelarse en mí contra? ¡Hable Ahora!

Naturalmente, no hubo respuesta.

—Recojan a Erian, y llévenlo al mejor médico que tengamos disponible— dijo Azazel.
—Disculpe general —dijo uno de los demonios acercándose a Azazel—. ¿Está usted seguro de lo que hace? ¡El demonio intentó asesinarlo! Y después de todo esto… ¿Aún planea ayudarlo?
—¿Estás cuestionando mis órdenes?— preguntó Azazel en un tono amenazante y aterrador.

—¡N-no señor! ¡C-como usted O-ordene General!— respondió el demonio nervioso.

Capítulo V: Renacimiento

Por Edwin Peter Barbes -18112010-


«El Fin de Los Tiempos, Sucederá al Final de los Primeros Eventos»

Erian se despertó gritando, dando vueltas en el lecho donde yacía. Despertaba de una horrible pesadilla donde se veía rodeado por grandes columnas de fuego, que se iban cerrando, atrapándolo en el centro, en lo que esperaba que su carne fuese incinerada por el fuego maldito, fuego que quemaba más su alma y mente que su cuerpo. No pudo soportarlo. Luego de despertar, Erian transpiraba, y se sentía muy agitado.

—Es… ¿Es esto miedo?… No puedo creerlo… Mi pesadilla se ha vuelto realidad.

Erian tomó un tiempo para observarse ambos brazos. Estaban vendados, como el resto de su cuerpo.  Luego, ante su sorpresa, notó que se encontraba en alguna clase de habitación, y se veía como si algún médico lo hubiese atendido por horas mientras estaba inconsciente. Erian sin notarlo, ya se encontraba explorando más allá de la habitación donde había despertado. Erian ahora se encontraba en un largo pasillo que parecía casi interminable. Mientras recorría el pasillo sentía como si su corazón se encogía y no podía respirar. Finalmente, llegó a una gran puerta al final del pasillo. Del lado superior izquierdo de la puerta había un adorno esculpido en mármol de un ángel en una gran nube blanca, mientras que del lado superior derecho, se podía apreciar un demonio envuelto en llamas, también esculpido en aquél mármol. Erian observó aquél contraste con admiración. Ya casi en un trance, sólo se vio interrumpido al darse cuenta de un espejo que colgaba en la pared de manera adyacente a la gran puerta. Cuando se miró en el espejo, notó que todo su cuerpo y su rostro también se encontraban vendados. Erian, llenándose de valor, empezó a remover todos los vendajes que le cubrían. Al revelar su rostro, Erian se sintió horrorizado. La carne de su cuerpo apenas aún se mantenía sobre sus huesos. Aquella batalla contra Azazel lo había marcado de por vida. Era ahora más una especie de esqueleto viviente, una aberración repugnante ante los ojos de inclusive los mismos demonios. En su sorpresa, Erian no podía mantenerse en pie. Al buscar algo para apoyarse y no caer, se aferró de la gran puerta, y ésta se abrió. Un gran destello de luz cegó a Erian por algunos segundos. Cuando al fin aclaró nuevamente su vista, pudo observar un gran salón-comedor. Erian entendió rápidamente donde se encontraba. Estaba en el gran castillo de Azazel, en las Tierras del Oeste, donde el reinado de éste se extendía a gran paso. Antes de que pudiera acercarse a la mesa, escuchó una voz que lo llamó por su nombre.

—Erian, acércate… Te estaba esperando… —se escuchó aquella voz al final de la larga mesa en aquel salón.

—Qué… ¡¿Qué demonios me has hecho?! —dijo Erian mientras se retorcía apoyado de la pared.
—¿Yo? No he hecho nada que no me hayas obligado a hacer —dijo Azazel mientras se alejaba de la oscuridad que lo envolvía al final del comedor.
—¡No te hagas el estúpido, maldición! ¡Sabes exactamente a que me refiero! ¿Qué le has hecho a mi rostro y a mi cuerpo? ¡No puedo regenerar mis heridas! —exclamó Erian muy agitado.
—Mi fuego infernal es diferente al de cualquier demonio ordinario, es más intenso, mucho más fuerte, y sus quemaduras son permanentes —declaró Azazel.
—¿Per… permanentes? —balbuceó Erian. No podía creerlo. ¡Estaría condenado a quedarse con esa apariencia repulsiva y desagradable!
—No me importa si me odias o no. Y si deseas enfrentarme nuevamente, podemos luchar una vez más, a costo de que sufras quemaduras aún más severas —Afirmó Azazel mientras observaba a Erian con ojos profundos. Ambos demonios se mantuvieron en silencio, observándose el uno al otro, como si cada uno tratara de leer los pensamientos del otro. Parecía como si de repente el aire alrededor se hubiera vuelto más pesado, casi como tóxico alrededor de ambos. El primero en romper aquél silencio fue Erian.

—No lo entiendo. Si me deseabas muerto, ¿por qué me has rescatado? Y además, se que un médico fue a curarme a la habitación. ¿Por qué te has molestado en hacer todo esto? ¡Responde! —exclamó Erian lleno de dudas y frustración.
—Tu compañero Zeroth… Él era escoria. Pura basura. Sus técnicas de combate eran básicas, sus poderes estaban descontrolados y desincronizados. No era más que una vergüenza para nosotros, las huestes del infierno. Por eso no duró en pie ni un minuto —dijo Azazel.
—Inclusive llegó a traicionarme… Sí, era escoria —dijo Erian.
—Pero sin embargo tú… Tú fuiste diferente. Desde  que empezamos a luchar pude notarlo. No eras nada parecido a Zeroth. Eres mucho más fuerte, más rápido, y tus poderes están más controlados. Pero lo que más me ha llamado la atención, es uno de tus poderes en particular. Se dice que de cada mil demonios, existe uno con un poder especial: Controlar Almas. Para serte franco, jamás había visto un demonio que tuviera este poder y tuviera tanto control sobre él. Es difícil utilizarlo, ya que para controlar un alma, requieres una voluntad más fuerte que el alma que deseas controlar. En cambio tú pudiste controlar más de 100 almas en nuestra batalla anterior. Jamás había visto un demonio con semejante poder de voluntad antes. Verdaderamente, eres único, Erian —dijo Azazel mientras tomaba una pausa.
—¿Acaso te burlas de mí? ¿No tuviste suficiente con vencerme y hacerle esto a mi maldito cuerpo? ¿Ahora también quieres restregarme en la cara que me venciste a pesar de esta habilidad que poseo? ¿Qué será lo siguiente? ¿Me escupirás y me obligarás a bailar desnudo sobre la mesa? —dijo Erian bastante molesto.
—No digas tonterías… jamás te escupiría en la cara —dijo Azazel mientras sonreía cínicamente.
—M… Maldito… —dijo Erian sin poder pronunciar más palabras.
—De todas maneras, mi intención no es matarte, Erian. No, todo lo contrario. Quiero que trabajemos juntos. Con tu poder y el mío combinados, verdaderamente dominaremos la tierra, y no habrá nada que pueda detenernos, jamás—. El aire alrededor de Azazel se tornó denso y obscuro, ráfagas de electricidad salían de sus puños, ahora cerrados, y de todo su cuerpo. Sus ojos se tornaron rojos en la obscuridad, formando una imagen en la que el mismo Lucifer hubiera sentido algo de miedo. Valientemente, Erian se le enfrentó, a pesar del poder que emanaba de Azazel.

—¡No te ayudaré! ¿Olvidas lo que le has hecho a mi cuerpo? Yo no. Eres mi enemigo, ¡y eso nunca cambiará!
—Creo que necesitas que te demuestre que no tienes otra opción —respondió Azazel.

Azazel levantó su brazo, enfocando una gran cantidad de energía en su puño, que aún se mantenía cerrado. En un movimiento rápido, Azazel lanzó un ataque desenfrenado hacia Erian, concentrando todo su poder en el golpe. Erian pudo esquivar el ataque por unas milésimas de segundos, dando de lleno contra el suelo, dejando un gran hueco producto de la enorme fuerza producida por el golpe. A pesar de haber esquivado el golpe, Erian salió lastimado, ya que la energía producida por el golpe afectó su cuerpo aún debilitado por las quemaduras, y éste se desplomó en el suelo.

—¿Es esto suficiente para ti? ¿Aceptarás tu derrota y me servirás? —preguntó Azazel.
—¡No! ¡Me niego a servir a nadie! ¡Lucharé aunque me cueste la vida! —dijo Erian.
—Eres valiente, aunque muy estúpido —dijo Azazel.

Erian convocó su guadaña de combate desde un portal al mismo tiempo que cientos de almas condenadas. Todas estaban controladas por Erian, y daban vueltas a su alrededor, formando una especie de escudo de energía sobre él. Sus ojos brillaban entre la obscuridad de las almas.

—Estas son las almas de las que tanto hablaste, y te enseñaré algo que jamás has visto —dijo Erian.
—¿De qué estás hablando?
—Este ataque jamás lo había utilizado con nadie. Tú serás el primero —afirmó Erian……….


¡CONTINUARA!

Capítulo V: Renacimiento (Vol 02)

Por Edwin Peter Barbes -25112010-

«El Fin de Los Tiempos, Sucederá al Final de los Primeros Eventos»


 Antes de que Azazel pudiese responder, Erian ordenó a todas las almas a su alrededor con las siguientes palabras: «¡Sufre el poder de mi tormenta de almas!». Todas las almas que rodeaban a Erian se enrojecieron y se lanzaron a la carga contra Azazel. Se introdujeron en su cuerpo, causando que surgieran protuberancias en él, como si se escenificara una lucha interna entre Azazel y las almas controladas por Erian, que intentaban invadir el cuerpo de aquél. Azazel gimió. Nunca antes había sentido un dolor semejante, ni había dudado en un combate. De repente, varios rayos de luz rojiza emanaron de su cuerpo que yacía en el suelo, como pequeñas descargas eléctricas. ¿Había vencido a Azazel? Y si esto era cierto, ¿qué habría de hacer ahora? Y aún más, ¿podrían los demonios obedecerle si él se proclamaba su líder? Todas estas preguntas cruzaban por la mente de Erianen ese momento. Pero su sentimiento de duda se vio reemplazado por uno peor: miedo.

Azazel se levantó de nuevo, como si nada hubiese ocurrido. El aura rojiza que envolvía su cuerpo por causa de las almas de Erian, se fue consumiendo hasta desaparecer.

—Tus poderes son… simplemente impresionantes —dijo Azazel. Luego de una pausa continuó diciendo—. Es exactamente lo que necesito ¿Qué acaso no puedes sentirlo?
—¿D-De qué hablas? —preguntó Erian.
—Tus almas ahora son uno conmigo. Tu mayor poder es el control que posees sobre las almas. El mío, es absorberlas y tomar sus poderes.

En ese mismo instante, Erian entendió todo el plan de Azazel. Pero no podía creerlo. ¿Intentaría Azazel convertirse en un ser más poderoso que el mismo Lucifer? ¿Acaso estaba intentando destronarlo de su legado infernal? Preguntas como estas, seguían girando por su cabeza. No podía entender, ni quería aceptar que alguien intentara despojar a su líder supremo de su trono. En voz alta y clara exclamó: «¡No lo permitiré!», mientras se lanzaba hacia Azazel en un ataque desesperado e iracundo. Alguien detuvo el ataque. De hecho, el ataque ni siquiera se realizó. Erian sentía como si una fuerza poderosa hubiera detenido su esfuerzo. No podía moverse. Tampoco Azazel. De repente pudieron escucharse pasos, por lo que ambos simultáneamente giraron sus cabezas hacia la dirección de donde provenía aquel sonido de pasos. De pronto, el sonido de pasos se detuvo. Un hombre mayor observaba a Erian y Azazel.  Aquél, sin embargo, no era un hombre común y corriente. El poder demoníaco más puro emanaba de todo su Ser. Sus ojos eran como si el fuego del infierno hubiera sido encerrado en una esfera de cristal. Este era, literalmente, el diablo en persona.

—Es tiempo de dejar las peleas —dijo aquel hombre mientras impedía que siguieran luchando.
—¡Señor Lucifer! —exclamó Erian mientras se arrodillaba.
—Al parecer Azazel empezó a discutir los negocios sin mi presencia. Supongo que ya Azazel te habrá propuesto el plan, donde tú trabajarás para nosotros, trayéndonos las almas de los impíos pecadores. Mitad para mí, y la otra para él, y a cambio serás el capitán de las fuerzas infernales —afirmó Lucifer.

Erian recordó claramente las palabras de Azazel en aquel momento, anterior a su enfrentamiento: «Con tu poder y el mío combinados, verdaderamente dominaremos la tierra y no habrá nada que pueda detenernos, jamás». Erian se dio cuenta que las intenciones de Azazel no incluían a Lucifer como supremo mandatario. ¿Acaso estaba buscando ser más poderoso que Lucifer? ¿Habría en el infierno la misma traición que hubo en el cielo? Todo esto era muy confuso para la mente de Erian, que se encontraba tan abatido entre tantas batallas y discusiones. Cuando Erian volvió en sí, se dio cuenta de que Lucifer y Azazel se observaban; fríamente, sin siquiera pestañear.

—¿No estás de acuerdo con esto, Azazel? ¿Acaso planeas obtener el poder de todas estas almas sólo para ti? ¿Acaso planeas desafiarme? —preguntó Lucifer.
—Yo…
Azazel me expuso el plan de la manera en que su alteza deseaba. Ha sido sólo un malentendido.
—Excelente. Entonces… ¿qué decidirás? —preguntó Lucifer.
—Seré fiel a los mandatos del señor Lucifer. Cuenten conmigo, haré lo que me piden —dijo  Erian.
Erian ha muerto. Ya no existe más. Hoy en día nace un cazador de almas; un hacedor de tormentos; la pesadilla en la que se ahoga la vida cuando termina. Porque por doquiera que hagas camino, éste será marchito, y las llamas arrasarán con todo lo que tenga vida. Muerte, ese es tu nuevo nombre —dijo Lucifer. Y al decir estas palabras, incluso Azazel tembló.
—De las cenizas has renacido, como el fénix… es una lástima que tu piel no —agregó Azazel.
¡¿Qué dices?! ¿Te burlas de mí? —preguntó Muerte.
—No, no me gusta burlarme de las personas quemadas, y mucho menos si están feos y podridos —dijo Azazel.
—¿Me estás provocando? ¿Eh? ¡Contéstame patas largas!
—¿A eso le llamas insulto, leproso asqueroso? —dijo Azazel.
—¡Te arrancaré las patas de gallo!
—¿Ah sí? ¡Quisiera verte intentarlo!
—¿Que dijiste? ¡Solo escuché una gallina cacarear!

Empezaron a ahorcarse patéticamente entre ambos y a golpearse el uno al otro con todos los objetos de la habitación. Lucifer, ya cansado, se retiró desapareciendo con poderes demoníacos y pasando desapercibido.

—Espero que estos dos idiotas puedan trabajar juntos —se dijo así mismo Lucifer—. De ello depende el éxito de este plan.

Luego de que ambos, Azazel y Muerte se cansaron de pelear, se sentaron cerca de la ventana del castillo, revelando el largo y profundo paisaje de las Tierras del Oeste. Hubo un silencio largo y tranquilo. Ninguno de los dos se dirigió una sola mirada, ni la apartaron del paisaje.

—¿Por qué?… —pregunto finalmente Azazel.

Muerte retiró la vista del paisaje para mirar a Azazel. Éste lanzó aquella pregunta al aire sin dejar de observar aquél paisaje. De repente, Azazel lo miró de frente y preguntó nuevamente, pero esta vez más claro: —¿Por qué no me delataste ante Lucifer?
—Te debía una por salvar mi vida —respondió —. Ahora estamos a mano.
—Bien, supongo que sólo queda una pregunta más —dijo Azazel.
—¿A qué te refieres? —preguntó Muerte.
—¿Del lado de quién estarás?

Muerte no sabía que responder, ya que estaba sorprendido por la pregunta de Azazel.

—Planeo destruir a Lucifer porque no confío en él. Así que dime, ¿de qué lado estarás, cuando tenga su cabeza en mis manos? ¡Decide con cuidado! —exclamó Azazel.

Capítulo VI: El Recolector de Almas (Vol 01)

Por Edwin Peter Barbes -02122010-

«El Fin de Los Tiempos, Sucederá al Final de los Primeros Eventos»

La aldea de Anárion era uno de los pocos poblados humanos que aún se mantenían con vida, viviendo en lo profundo de un bosque desconocido, en las Tierras del Oeste. Durante esta época, las tierras del oeste eran las más infestadas con criaturas infernales. Muy pocos humanos residían aún en esta región, y si así lo hacían, era de manera similar a como este poblado se encontraba: escondido y en el olvido. Esto se debía a que Azazel, desde que se apoderó de Babilonia, reconstruyó la ciudad con sus demonios esclavos y la transformó en una enorme fortaleza, rodeada de un largo pozo de fuego infernal, creado por el fuego de los mismos demonios, donde eran lanzados los humanos que los ejércitos infernales atrapaban en sus cacerías en las tierras del oeste. A miles de millas de esta fortaleza infernal, algunos humanos de la resistencia permanecían escondidos de las criaturas infernales del oeste, y enviaban espías desde la aldea de Anárion, que ahora era el mayor punto estratégico que tenía la resistencia en el territorio enemigo.

—¡Esto es inaceptable! —exclamó el gobernador del poblado de Anárion.
—Pero, gobernador, es orden del rey del nuevo imperio desplegar a mis hombres por estas tierras —dijo el capitán de las tropas de la resistencia.
—¿Acaso cree el Imperio que nuestra aldea es un campo de refuerzos para el ejército? —argumentó muy molesto el gobernador.
—No señor. Es solo que las tropas de exploración enviadas por nuestro rey necesitan temporalmente un lugar para abastecerse. Les prometemos que esto no perjudicará en lo absoluto a vuestra aldea,  gobernador —afirmó el capitán.
—¡Hablas de quinientos hombres, comiendo de nuestras provisiones y durmiendo bajo nuestros pocos techos! Además, con todo el ruido y la algarabía de vuestros soldados… ¡Los demonios nos encontrarán, y nos destruirán! —exclamó el gobernador.
—Os preocupáis demasiado, gobernador. Durante mucho tiempo hemos sido oprimidos por estos demonios. Nos arrebataron nuestras tierras, y nos hicieron huir de allí. Pero muchos años han pasado, y el enemigo parece no hacer ningún movimiento. Debemos aprovechar este momento, ahora que el enemigo yace dormido, para reconquistar nuevamente esas tierras que injustamente nos arrebataron. El nuevo imperio ha reconquistado la mayoría de las tierras excepto las del oeste. El enemigo está perdiendo territorio, se está debilitando y este es el momento preciso para actuar… ¡Reconquistaremos lo que una vez nos perteneció! —dijo el capitán con la frente en alto, mientras todos los demás alrededor le observaron con admiración.

Nadie puede refutar las palabras del capitán. El nuevo imperio humano, renacía de sus propias cenizas. Los humanos nuevamente reconquistaron muchas tierras al norte y al sur, y crecían en poder y fuerza. Habían levantado una nueva Babilonia, y desde allá, planeaban reconquistar las tierras del oeste.

El capitán reunió a sus espías, y les ordenó que dieran su reporte de lo que habían avistado.

—Capitán, luego de dos semanas de exploraciones adentrándonos en territorio enemigo, hemos descubierto una información esencial en nuestra batalla contra los demonios. Al parecer han enviado todas sus huestes hacia Israel, y sus tierras están desprotegidas. Es el momento perfecto para actuar, señor —afirmó el espía.
—¿Estás seguro de lo que dices, soldado? —preguntó el capitán.
—Afirmativo, capitán. Las fuerzas del enemigo son tan mínimas, que inclusive, fuimos capaces de adentrarnos en la fortaleza maldita —dijo el espía.
—¿Hablas del castillo del mismísimo Azazel? —preguntó el capitán asombrado.
—Así es señor. Aquí le traemos una prueba. Esta es una de las banderas que lleva la fortaleza por dentro, como símbolo de su legión —dijo el espía mientras desdoblaba un manto de tela, revelando así una enorme bandera, con un símbolo enorme en el medio, de un demonio envuelto en fuego.
—Nadie en verdad pudiese tomar esto y sobrevivir, a menos que lo que me hayas dicho sea cierto, soldado —dijo el capitán.
—Y lo es, señor —reafirmó el espía.
—Bien. Pediré refuerzos al Imperio, y tomaremos la ciudad nuevamente. Reclamaremos lo que es nuestro por derecho —dijo entonces el capitán, mientras se preparaba para partir.
—¿Os arriesgaréis a perder a vuestros hombres? ¿Cómo podéis saber si no se tratare de nada más que una vil trampa? —preguntó el gobernador agitado.
—Yo lo veo como la mayor oportunidad que hemos tenido en toda nuestra batalla contra las fuerzas infernales. No deberíamos de desaprovecharla —argumentó el capitán.
—Si deseáis exponer a alguien al peligro, que sea a vuestros propios hombres, pero al pueblo no lo involucréis en todo esto —exigió el gobernador.
—Bien, sólo le pido que nos dé tiempo, al menos hasta que lleguen nuestros refuerzos. Le prometo que desde que lleguen, usted y su pueblo no volverán a ser molestados —afirmó el capitán.
—Está bien. Pero… ¡Sólo hasta que los refuerzos lleguen! —exclamó el gobernador—.
Muchas gracias —dijo el capitán mientras sonreía para sí mismo.

La noche cayó fría sobre el poblado de Anárion. Todos en la aldea estaban en su acostumbrado toque de queda, y parecía más un desierto, como si ya los demonios hubiesen arrasado con todo. No podía escucharse nada más que los susurros del bosque durante la noche. Esta tranquilidad que parecía eterna, se vio interrumpida por el sonido de cientos de pisadas a lo lejos. Los refuerzos habían llegado, en sólo unas pocas horas. El capitán había enviado un águila mensajera a esta expedición que ya se encontraba explorando el bosque a no muchas millas de la aldea. Unos quinientos soldados más, aproximadamente. La aldea nunca antes había presenciado tanto ruido y movimiento a tan altas horas de la noche. El gobernador de Anárion estaba a punto de arrancarse los cabellos de la cabeza. Tanto ruido y movimiento le preocupaban, ya que le hacía pensar que los demonios podrían encontrar su aldea secreta, si no se mantenía la calma y el silencio.

—¡Vamos! ¿Qué más os hace falta?
—No hay razón para impacientarse, sólo nos organizamos para comenzar nuestro viaje, y ya no sabrán más de nosotros —dijo el capitán.
—Pues os deseo la mejor de las suertes, aunque mi intuición me dice que hay algo extraño en todo esto… como alguna clase de…
—¿Trampa? —interrumpió bruscamente el capitán al gobernador—. ¿Aún no desiste usted de la idea? Como ya le he dicho… ¡Esta es una oportunidad que no podemos desperdiciar! ¡Si tomásemos el castillo de Azazel, y pudiésemos alertar al imperio para que movilice todas sus fuerzas al oeste y reconquistemos así todos estos territorios!
—Como os parezca mejor, sólo abandonen nuestra aldea por favor. Sólo queremos vivir aquí en paz —dijo el gobernador.

Los soldados del nuevo imperio, los rebeldes, ahora eran alrededor de unos mil. Todos se dirigían ahora en marcha hacia el oeste, directo a las tierras del señor y demonio Azazel, para reconquistar el imperio que una vez fue perdido. El ansia por la conquista, hacía que la cabalgata pareciese interminable. Alrededor de unos tres días les tomó a los rebeldes recorrer todo el camino hacia la antigua Babilonia. Cuando llegaron, y estuvieron frente al enorme castillo de Azazel, todos los soldados se maravillaron con la estructura de dicha fortaleza. Parecía casi impenetrable. Estaba rodeada de un rio de lava ardiente. El puente de acceso al castillo estaba levantado, imposibilitando la entrada.

—¿Qué haremos ahora, señor? —preguntó uno de los soldados al capitán.
—Muy sencillo. Tomen todos una cuerda y amárrenla fuertemente al extremo opuesto de las puntas afiladas de vuestras lanzas. Arrojadlas hacia el puente levadizo sin soltarlas y luego tiren con todas sus fuerzas —ordenó el capitán. Así lo hicieron al instante. Al arrojar sus lanzas contra la puerta, halaron con todas sus fuerzas hasta que ésta se desplomó con un sonido ensordecedor. Al fin pudieron cruzar hacia el interior del castillo.

Cuando se adentraron en el palacio de Azazel, pudieron observar con detalle todo lo que en él había. Una sala de recibimiento hacia el interior del castillo, y al final, un enorme aposento, repleto de comedores para los sirvientes, o en épocas de fiesta, la sala del trono, cuatro torres con recámaras reales, un comedor principal, una bodega e inclusive establos en las afueras de el castillo. Pero entre todo esto, existía una puerta que estaba sellada, justo detrás del trono en su respectiva recámara. El capitán rápidamente ordenó a sus soldados derribarla. Era el camino hacia la mazmorra del castillo. Cuando el capitán y los demás soldados descendieron a lo más profundo de la mazmorra, el horror invadió sus corazones. Aquel lugar era el más horrible que jamás hubiesen visto. Había allí miles de aparatos de tortura, todos cubiertos de sangre y pellejos de carne humana. Las entrañas y restos putrefactos de personas se encontraban regados por todo el lugar: en el piso, en las paredes, sobre las mesas… en todas partes. Cabezas mutiladas, torsos con el interior vacío, piernas, brazos, personas partidas en dos, o enganchados por la boca, colgaban del techo, clavados en ganchos de carne. Allí era donde los demonios se reunían para torturar, violar y matar a todas las personas que capturaban. Luego de hacerles sufrir, cuando morían, los utilizaban como alimento. A la vista de todo esto, los soldados asustados, se habían quedado estupefactos. Uno de los soldados, de la impresión, empezó a retroceder sin fijarse donde pisaba, y tropezó con algo que hizo un sonido gelatinoso. Cuando el soldado observó lo que había pisado, se horrorizó al ver que estaba de pie sobre los restos de un cerebro humano, que estaba regado por todo el suelo. Aparentemente era el cadáver de una mujer, cuya cabeza había sido golpeada repetidamente contra el suelo, hasta que estalló, esparciendo su contenido craneal por doquier. Aquel soldado no pudo soportar esta imagen y gritó desesperadamente, mientras caía al suelo. Sus compañeros ayudaron a que se pusiera nuevamente en pie y a que se calmara. Todos los presentes no podían soportar el olor a descomposición que predominaba en toda la habitación de tortura, así que cubrían sus narices con sus manos. No pudiendo soportar un segundo más estas escenas, decidieron recoger todos los muertos y darles un entierro un poco más digno en una fosa común. Insistentemente, limpiaron la habitación durante horas pero el olor a muerte y putrefacción parecía no querer abandonar el lugar. Finalmente, desistieron y volvieron a sellar el cuarto. El trabajo de aquellos soldados aún continuaba. Cambiaron todas las banderas del castillo que pertenecían a las huestes infernales, y las reemplazaron por las del nuevo imperio.

—En este día, amigos míos… ¡Hemos nuevamente conquistado lo que es nuestro! —exclamó el capitán.

Todos los soldados respondieron con alaridos de júbilo.

La noche cayó fría una vez más sobre las tierras del oeste. Los soldados se preparaban para la hora de descanso. El puente de la fortaleza había sido levantado. Todo parecía estar tranquilo y en orden, hasta que el soldado encargado de la vigilancia desde la torre de observación del castillo, dio señal de alarma soplando un largo cuerno. Todos los soldados se alistaron con sus armaduras y armas, y se colocaron en posiciones defensivas en las torres y murallas del castillo.

¡CONTINUARÁ!

Capítulo VI: El Recolector de Almas (Vol 02)

Por Edwin Peter Barbes -09122010-

«El Fin de Los Tiempos, Sucederá al Final de los Primeros Eventos»

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el capitán.
—Un ejército se acerca a gran velocidad señor, en unos minutos estarán aquí.
—¡Se acercan por norte, sur, este y oeste! —dijo otro de los soldados.
—Es… es él—susurró el capitán.

Aquél ejército de algunos mil demonios no tardó en rodear a la fortaleza. Azazel iba a la cabeza, y acercándose al puente del castillo, que se encontraba levantado, dirigió su palabra a los rebeldes, quienes esperaban impacientemente en sus posiciones ver qué sucedería.

—Están en mi castillo. Ustedes han retomado lo que una vez fue suyo. Yo simplemente volveré a quitárselo a ustedes de sus manos frías y muertas. Podemos hacer esto de la manera más sencilla: ustedes bajan el puente levadizo y dejan que los asesinemos rápido y sin dolor alguno. O de la más difícil: Nosotros entramos, y los asesinamos salvajemente, y nos aseguraremos de que sufran, de que se retuerzan en dolor antes de morir. Decidan rápido —dijo fríamente Azazel mientras sus ojos brillaban en la oscuridad de la noche.

—¿Qué haremos ahora, capitán? —preguntó uno de los soldados en un susurro.
—¡No temáis! ¡Sólo dice esto para intimidarnos! ¡No hay forma de que puedan penetrar esta fortaleza! ¡Desde allí abajo no tienen ninguna ventaja! ¡Lucharemos y venceremos! —exclamó el capitán a gran voz.
—Habéis elegido la manera más difícil. Bien, así será. ¡Ataquen! —exclamó Azazel.

—Todos los demonios del ejército hicieron crecer alas demoníacas de sus espaldas. Se alzaron en vuelo, irrumpiendo en las murallas del castillo sin problema alguno. Los demonios se lanzaron al ataque contra los soldados que defendían en la muralla. Mientras desgarraban y mutilaban, Azazel, que aún se encontraba frente al puente levadizo, utilizó sus poderes mentales, para hacerlo descender, extendiendo su mano abierta frente a éste. Azazel cruzó lentamente la entrada al castillo y ascendió hacia las murallas, donde todos los soldados habían muerto, a excepción de unos cuantos que estaban acorralados entre los demonios y Azazel. Entre estos soldados se encontraba el capitán de la resistencia.

—¿Por qué abandonaron el castillo en primer lugar? —preguntó el capitán.
—Ustedes querían este castillo junto con las tierras del oeste, ¿no es así? Pues se los daremos. ¡Quemaremos este castillo, junto con sus tierras! Ya no los necesitamos. Ahora nuestro destino será Israel —respondió Azazel.
—El viejo tenía razón. Al final, todo esto fue una trampa —dijo el capitán.
—Pero esta no es la trampa. Es sólo la distracción —replicó Azazel.
—¡No puede ser posible! ¿Acaso…
—Así es… —interrumpió Azazel.
—¿Cuántos hombres enviaste? —preguntó el capitán.
—Sólo uno —respondió Azazel.
—¿Sólo uno? —preguntó el capitán sorprendido.
—Créeme, es más que suficiente —respondió Azazel.

Un extraño hombre se acercaba a la aldea de Anárion. Un manto obscuro cubría su rostro y cuerpo. Al llegar a la entrada de la aldea, los guardias le detuvieron diciendo:

—¡Alto ahí! ¿Quién vive?
—Definitivamente, ninguno de ustedes dos —respondió aquel hombre. En ese momento, sus ojos resplandecieron desde la oscuridad de la capucha, y en un rápido movimiento, cortó las cabezas de ambos guardias. Sus cabezas volaban por los aires mientras la sangre se regaba por todos lados. La capucha de aquel hombre, al recaer sobre su espalda, reveló el rostro putrefacto y esquelético de Muerte. Este extendió ambas manos a donde se encontraban los cadáveres de los guardias que había decapitado, y les robó sus almas. Al adentrarse en la aldea, mientras caminaba, todo se incendiaba a su paso espontáneamente. Los aldeanos trataban de huir corriendo despavoridos del fuego que azotaba sus hogares, sólo para encontrar su fin, dado por un corte de la guadaña de Muerte. Mientras mataba y mutilaba aldeanos, al mismo tiempo iba absorbiendo sus respectivas almas. No sobrevivió una sola persona, y Muerte tomó todas sus almas. La aldea de Anárion , las tierras del oeste, y el castillo de Azazel fueron todos destruidos. Las tierras del oeste desde ese momento se dieron a conocer como Los Desiertos del Oeste.

Tiempo después, y muy lejos de allí, en camino a Israel, Azazel se encontró con Muerte, quién no pronunció ni una sola palabra.

—Veo que ya estamos todos aquí —dijo una voz a ambos demonios —es bueno tener la familia reunida una vez más, ¿No?
—Déjate de payasadas, Lucifer —dijo Azazel.

Lucifer se acercó hacia Muerte y Azazel, con su acostumbrada apariencia de señor mayor. Sus ojos en fuego.

—Bien, Muerte, ¿Trajiste las almas? —preguntó Lucifer.
—Si señor Lucifer —respondió Muerte—. He recolectado cien almas.
—Bien, por derecho me tocarán la mitad, según estipulamos mi socio y yo. ¿No es así, Azazel? —preguntó Lucifer mientras reía cínicamente.
—Así es —respondió Azazel.

Liberando sus poderes, Muerte convocó cincuenta almas que Lucifer absorbió al instante. Luego, cincuenta más, y esta vez, fue Azazel quien las absorbió. Ambos demonios se sentían más poderosos, y más energía demoníaca ahora fluía de sus cuerpos.

—Ya que los negocios han terminado, me retiraré —afirmó Lucifer, mientras se desvanecía en la oscuridad—. ¡Preparaos para lo que viene! ¡Pronto dominaremos el universo, socios!

Luego de que Lucifer desapareció por completo, Muerte y Azazel quedaron frente a frente en silencio. Luego de un rato, Azazel finalmente habló:

—¿Con que, sólo cien almas? Un poblado como el de Anárion debió de tener más habitantes… algunas… ¿seiscientas personas? —preguntó Azazel.
—Ochocientas en total, así que de acuerdo a nuestro trato, aquí están las otras setecientas almas —dijo Muerte. Con sus poderes convocó las almas. Azazel las absorbió.
—Ese iluso de Lucifer no tiene idea. Poco a poco me estás ayudando a convertirme en un Ser superior a él.
—Sólo recuerda, que prometiste hacerme general de las huestes infernales cuando tú estés a cargo —respondió Muerte.

FIN

Capítulo VII: Hacia la Cruz (Vol 01)

Por Edwin Peter Barbes -16122010-

«El Fin de Los Tiempos, Sucederá al Final de los Primeros Eventos»


—¡Diez años han pasado, y aún no llegamos a Israel! —se quejaron los demonios ante Azazel.
—No entiendo cual es el problema. A los israelitas les tomó cuarenta años atravesar este lugar —respondió Azazel.
—¡Pero ya las huestes que partieron con Satanás han arribado en estas tierras, meses antes que nosotros! —refutó uno de los demonios.
—Recordad que tuvimos que separar ambas tropas para realizar aquella estrategia contra los humanos del  este, y tuvimos que retroceder, perdiendo así mucho tiempo y terreno ante las tropas de Lucifer. Pero no hay que perder la esperanza. Calculo que ya no estamos muy lejos de Israel. Nos falta sólo unos días más de marcha. Estamos muy cerca. Puedo sentir el aura demoníaca de Lucifer, cada vez más y más fuerte —respondió Azazelmientras hacía su vista al camino que debían de recorrer.

La tarde caía sobre el inmenso desierto por donde se desplazaban las tropas de Azazel, con pasos lentos y pesados. El calor era intenso. Si no se tratara de  criaturas infernales, acostumbradas al fuego del infierno, probablemente estarían ya muertos.

—Señor Azazel, alguien desea verlo —dijo uno de los demonios a Azazel, que aún contemplaba el paisaje.
—¿De quién se trata? —preguntó Azazel.
—Es Muerte señor —respondió el demonio.
—Tráelo inmediatamente —ordenó Azazel.

Envuelto en su acostumbrada capucha negra, Muerte se presentó ante Azazel un poco nervioso y agitado. Al estar frente a Azazel, removió la capucha que cubría su rostro.

—Ya estoy aquí —dijo Muerte.
—¿Las traes contigo? —preguntó Azazel.
—Así es —respondió Muerte.
—Ven conmigo —ordenó Azazel—. Ustedes, los demás, ¡cuiden bien el campamento, y que nadie nos siga!

Cuando ambos estuvieron  retirados de los demás demonios, Azazel se dirigió nuevamente a Muerte.

—¿Cuántas le dijiste a Lucifer que recolectaste? —preguntó Azazel.
—Cien, y le otorgué cincuenta —respondió Muerte.
—¿Cuántas recolectaste en verdad? —pregunto una vez más Azazel.
—Cerca de unas mil almas —respondió Muerte—. Y el resto son todas tuyas. Lucifer no sospecha nada.
—Mil almas… Has mejorado en gran manera en estos diez años.
—Con tantos trabajos que he tenido que realizar, mis poderes han aumentado.
—Libera a tus almas, y entrégamelas.
—Como ordenes —dijo Muerte.

Muerte extendió sus brazos, y con sus poderes convocó un enorme portal, del cual liberó sus almas, que fueron absorbidas por Azazel. Casi mil almas ahora se habían fusionado con Azazel, incrementando su poder en gran manera. Sus ojos ahora brillaban como nunca e irradiaba un aura demoníaca extremadamente potente.

—Creo… creo que estoy listo… —dijo Azazel.
—¿Estás seguro? —preguntó  Muerte.
—Estoy seguro. Diez años han pasado, alimentándome de muchas más almas que él. No hay manera de que pueda derrotarme —dijo Azazel, mientras terminaba de centrar su poder, luego de absorber aquellas almas.

Varias horas habían transcurrido desde la llegada de Muerte y la noche ya cubría todo el desierto frío y desolado. Los demonios empezaban a extrañar aquel calor infernal. Tal vez con él se sentían más como en casa. Todos estaban reunidos en el campamento que habían improvisado, conversando mayormente en voz baja. Allí también se encontraban Azazel y Muerte, que no pronunciaban palabra alguna. Disfrutaban de la carne de unos viajeros con los cuales se toparon en el camino. Algunas 10 personas fueron asesinadas, y diseccionadas en múltiples pedazos para que su transportación fuese más ligera. Los órganos internos fueron removidos en su mayoría; para crear con la piel materiales como cinturones, vainas para las espadas y demás. Mientras engullían los pedazos de carne, Azazel interrumpió su ritual de masticar y devorar para dirigir la palabra a Muerte.

—Dime… ¿Cómo has hecho para ir y venir constantemente desde Israel hasta nuestra posición en tan poco tiempo? —preguntó sin fijar su vista en nada más que su alimento.
—Utilizo mis portales para transportarme —respondió Muerte.
—Pero, ¿cómo lo logras? ¿Cómo utilizas esos portales a voluntad? —preguntó Azazel ahora más intrigado que antes.
—Es sencillo. Escucha bien. El mundo que conoces se divide en varias realidades, conocidas como dimensiones. Cada una de estas dimensiones se encuentra en paralelo con otras dimensiones, que a su vez están en paralelo con otras, y así sucesivamente. Abrir un portal, no es más que crear una brecha momentánea entre dos dimensiones, como si para cruzar de una habitación a otra destruyeras la pared para cruzar, y luego la reconstruyeses con tu propia energía. Si puedes enfocar tu alma lo suficiente, podrás distinguir las realidades y cruzarlas, así como lo hago yo —afirmó Muerte.
—Entonces… ¿Me dices que debo enfocar mi alma? Lo intentaré —dijo Azazel.

Cerrando sus ojos, y enfocando todo su poder, Azazel empezó a irradiar con descargas de poder por todo su cuerpo, y en un abrir y cerrar de ojos desapareció por completo. Con una velocidad casi inexplicable, Azazel reapareció diez metros delante de su posición inicial, y enfurecido empezó a desaparecer y reaparecer continuamente, devastando así todo a su paso.

—¡No puedo lograr una distancia mayor a esta! ¿Cómo es posible? ¿Acaso es tu espíritu más poderoso que el mío? ¿Cómo puedes viajar distancias tan largas con tus poderes? —preguntó Azazel.
—¿Qué acaso no te has dado cuenta? —interrumpió Muerte.
—¿De qué estás hablando?
—Son tus almas. Todas las que has absorbido. Son como una carga para tu propio espíritu. Es increíble que luego de haber absorbido tantas almas puedas atravesar el portal por tanto tiempo.
—¡Pero de esta manera este poder me resulta inútil!
—Yo no lo descartaría por completo, si fuera tú —refutó Muerte—. En nuestros combates anteriores he notado que tu estilo de pelea se ve afectado por un pequeño problema: Tu velocidad.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Azazel intrigado.
—Tú eres veloz, pero sólo en distancias cortas. No eres veloz en largas distancias, así que basas tu modo de combate en rápidos ataques a corta distancia. La razón por la que te revelé esta técnica con los portales, es simplemente para que puedas realizar este tipo de ataques sin consumir tanta energía física, y a la vez puedas confundir a tu oponente.
—Tienes razón. Esta técnica podría servirme de algo. Vaya, vaya. Al parecer el viejo saco de huesos y carne podrida aún sirve para algo más que alimento de perros —dijo Azazel cínicamente.
—¡Bastardo! ¿Así es como me agradeces? —dijo Muerte mientras intentó ahorcar a Azazel.

Muerte y Azazel se encontraban ahora bajo la luz de una fogata, mientras aún engullían restos de carne humana en total silencio. La noche era obscura y profunda. De la nada, y casi sin haberlo pensando, Muerte lanzó una pregunta al aire.

—¿Cómo lo haces?
—¿Qué cosa? —preguntó entonces Azazel.
—Lo de mover cosas con la mente —respondió Muerte—. Siempre lo he querido saber.
—La habilidad de utilizar los poderes mentales para levitar  objetos consiste en un solo principio: La fuerza ejercida del alma. Es como si… como si tu cuerpo fuera el sol, y los objetos que deseas mover, los planetas. Tú eres el centro, y ellos sólo giran a tu alrededor —exclamó Azazel. Mientras decía estas palabras, Azazel cerró su puño, y desprendiendo cantidades masivas de energía demoníaca, logró que todas las rocas a su alrededor se levantaran en el aire, y empezaran a girar a gran velocidad. Toda la luz que emanaba del cuerpo de Azazel hacía que en verdad pareciese el sol. Muerte, asombrado, observaba cada movimiento que Azazel realizara. Azazel parecía estar desenfocado de sí mismo, pero al poco tiempo volvió en sí.

—Es algo básico —agregó. En ese mismo momento, todas las rocas dejaron de girar y cayeron al suelo.

El ejército de Azazel no vió más descanso aquella noche. Partieron casi de inmediato desde que terminaron de comer. Muerte prometió quedarse con Azazel y el ejército hasta el amanecer, antes de regresar a Israel. Ya estaban a muy pocos días de llegar por fin a Jerusalén. El sentimiento de ya casi estar cerca de ejecutar el plan, que habían preparado por más de 500 años, los hacía acelerar la marcha, y sentirse incansables.

—Ya estamos cerca. A este paso…

Azazel fué interrumpido por un sonido sórdido de una flecha que surcaba el cielo. La flecha se clavó directamente entre el medio de los ojos de uno de los demonios que allí se encontraban. Este se desplomó inmediatamente en el suelo.

—¿La flecha lo mató? ¿Cómo es posible? —se escuchaban estos murmullos entre los demonios.
—Esta es una flecha con el sello sagrado. El sello más potente utilizado en el exterminio de demonios —afirmó Azazel.
—¡Criaturas infernales! ¡Regresen de donde vinieron, o nosotros nos encargaremos de enviarlos de vuelta al infierno! —exclamó una voz misteriosa.

¡CONTINUARÁ!

Capítulo VII: Hacia la Cruz (Vol 02)

Por Edwin Peter Barbes -23122010-

«El Fin de Los Tiempos, Sucederá al Final de los Primeros Eventos»

Una legión de soldados romanos de aproximadamente cinco mil o seis mil hombres, impedían el paso del ejército de Azazel. Aquellos hombres no se veían como guerreros cualesquiera. Parecían feroces y ágiles, hombres dispuestos a matar sin remordimiento.

—Soldados de la legión romana… son soldados del nuevo imperio —dijo Muerte en voz baja.
—Dejadnos pasar o tendremos que cruzar sobre vuestros cadáveres despedazados —dijo Azazel con voz amenazante.

A la cabeza del ejército romano, se asomó uno de los legionarios. Era inmenso, y no parecía siquiera humano. Alto, fuerte, de un aspecto tosco y con múltiples cicatrices.

—Mi nombre es Décimus, el aplasta cráneos. Aplastaré la cabeza de cualquiera de tus soldados que quiera desafiarme —dijo aquel gigante.
—¿Podrás solo con él? —Preguntó Muerte—. Debo volver con Lucifer ahora mismo.
—¿Es una broma? Sólo lárgate ya —respondió Azazel.
—¿De qué hablan? ¡Nadie pasará por nuestra barrera de soldados! —exclamó Décimus.

Antes de que Décimus pudiera siquiera pestañear, Muerte desapareció en una esfera de energía. Los romanos sorprendidos, no tenían idea de lo ocurrido.

Muerte ya debe de haber llegado a Israel en este momento —afirmó Azazel.
—¡¿Qué dices?! —dijo Décimus enojado.
—Oye grandote… ¿Aplastarás mi cabeza o estarás viéndome todo el día?
—¡Maldito, te mataré aquí mismo!

Levantando su enorme lanza con ambas manos, Décimus la dejó caer en dirección a Azazel. Por una milésima de segundo, Azazel esquivó el ataque, siendo herido levemente en el brazo izquierdo. La lanza dio de lleno en el suelo dejando una zanja en el lugar del impacto.

—¡Es muy rápido para su enorme tamaño! ¡Debo atacar cuanto antes! —pensó para sí mismo Azazel.

Desenvainando su espada trinitaria, a gran velocidad Azazel se lanzó en un ataque poderoso contra Décimus. Pero el gigante logró detener el ataque de Azazel en pleno aire, y contraatacando dio de lleno en el brazo izquierdo de Azazel con su lanza, mutilándolo al instante. La sangre se regó por todo el lugar. Azazel no se inmutó.

—¡Maldito! ¿Por qué no gritas? ¡Acabo de cortar tu maldito brazo! —exclamó Décimus enojado.

Las sombras cubrían el rostro de Azazel. La sangre chorreaba de su herida en grandes cantidades. Desde la oscuridad que recubría su rostro, poco a poco, se pudo divisar como se dibujaba una sonrisa macabra en el rostro de Azazel, cada vez más y más grande.

—Ja… Jajaja… ¡JAJAJAJA! —se rió Azazel histéricamente mientras sus ojos le brillaron en la oscuridad.

—Enfocando su energía maligna, los huesos del brazo izquierdo de Azazel empezaron a recrecer y a reestructurarse hasta formarse de nuevo. Tejido, venas, músculos y carne recrecieron. La piel creció nuevamente y por ultimo crecieron las garras en sus manos.

—¿Qué clase de monstruo abominable eres? —preguntó Décimus.
—Soy superior a tu patética existencia —respondió Azazel.

Levantando su mano derecha hacia la dirección de Décimus, Azazel enfocó su poder demoníaco. Sus ojos brillaban en rojo. El hombro derecho de Décimus estalló en sangre, sin ninguna razón aparente, chorreando la sangre en todas direcciones descontroladamente. El brazo derecho de Décimus se desplomó en el suelo.

—¡Argh! ¡M-maldito!.. ¿Q-qué me… Qué me hiciste? —preguntó Décimus agonizando.

Controlando mentalmente  la lanza de Décimus, Azazel atravesó a Décimus con ella repetidas veces en su torso, esparciendo sangre por doquier, salpicando a todos a su alrededor. Décimus gritaba de agonía. La sangre de Décimus empezó a correr de su boca.

—¿Qué te parece el sabor de tu propia sangre? —preguntó Azazel mientras lamía la palma de su mano cubierta con la sangre de Décimus —a mi me parece deliciosa.

Décimus ya no podía ni siquiera hablar. Había perdido demasiada sangre. Azazel extendió su mano nuevamente, y enfocando su energía demoníaca una vez más, hizo levitar a Décimus. En pleno aire hizo que sus piernas se desprendieran de sus cuencas con sus poderes mentales. Su tórax reventó en pedazos, regando sus intestinos frescos por doquier. Su cabeza cercenada cayó  en el suelo con un gesto de eterna agonía.

—¿Cuál de ustedes es el próximo? —preguntó Azazel.
—Todo ese poder… ¡Es demasiado! —murmuraron los soldados romanos.
—¡No si todos atacamos juntos con estas flechas sagradas! —se escuchó otro murmullo.
—¡Disparen! —gritaron a coro los soldados. Miles de flechas surcaron los cielos y atravesaron las gargantas de varios demonios. Los demonios asustados corrieron despavoridos.
—¡Ellos poseen suficiente poder para enviarnos de vuelta al infierno! —exclamó uno de los demonios.

Mientras todos se retiraban, Azazel seguía caminando de frente hacia el campo de batalla.

—¡Señor!, ¿Qué hace? ¡Es un suicidio! —exclamó uno de los demonios intentando salvar la vida de su amo.
—¡Dejadlo! ¡Si desea morir, ese es su problema! ¡Es tiempo de irnos! —exclamó otro demonio.

Azazel se detuvo frente a todas las tropas de la legión del nuevo imperio. Su figura demoníaca se veía oscurecida, con sus ojos en rojo.

—Mueran —dijo en voz baja Azazel.

Todas las cabezas de los soldados romanos fueron arrancadas en un segundo. Simultáneamente, las cabezas de aquellos cinco mil (o más) soldados fueron arrancadas de raíz por el poder mental de Azazel. Los miles de cadáveres se desplomaron en el suelo. Las cabezas danzaban producto del control mental de Azazel, en una lluvia de sangre. La sangre de estas teñía el cielo de rojo y se dejaba caer ligeramente. Sólo un soldado indefenso quedo en pie. Estaba tan asustado y sorprendido que no podía moverse. De pronto, la figura de Azazel se encontraba frente a aquel soldado.

—Esas flechas con el sello sagrado… no son obra del nuevo imperio. ¿Cómo las consiguieron? —preguntó Azazel.
—Un… un hombre… n-nos las obsequió a todos… nos dijo que… nos dijo que era la única forma… d-de derrotar a los… invasores… —respondió atemorizado el soldado.
—¿Cómo era ese hombre? —preguntó Azazel.
—No lo sé… tenía el semblante de un hombre mayor, pero sus ojos… eran como…
—Como el brillo del fuego —interrumpió Azazel—. Ya veo… se ha enterado de mi plan, y ahora busca destruirme.
—N-no le temo a la muerte —dijo el soldado.
—Pues no tendría sentido matarte. Es una lástima que no seas un ser lógico —dijo Azazel.

Los intestinos de aquel soldado fueron extraídos por su estómago y su espalda en diferentes direcciones. Su cuerpo se dividió en dos pedazos ensangrentados.

—¡Venid todos! ¡Azazel ha vencido! —exclamó uno de los demonios.

Todos los demonios se amontonaron para reverenciar a Azazel. Gritaban su nombre con alaridos de júbilo por su victoria. Pero para su sorpresa, Azazel los miraba con ojos llenos de ira.

—¿Unos simples humanos se arman con flechas sagradas, y por esta razón huyen como niñas? ¡No son dignos de llamarse demonios! —exclamó Azazel.

Centrando todo su poder, despedazó todas sus legiones de demonios, en tres pedazos cada uno, en una manera mucho más salvaje que como asesino a los romanos. No quedó uno solo en pie. La sangre de los demonios se mezcló con la de los humanos, formando así un océano carmesí. Sin pronunciar palabra, Azazel siguió el camino a Jerusalén, esta vez solo.

—La batalla decisiva se aproxima. No podía depender de esos demonios fracasados. Si alguien destituirá a Lucifer y sus demonios, seré yo únicamente —se dijo a sí mismo Azazel.

Desde una vista segura, Satanás observaba El Monte Calvario, donde en ese momento, Jesús, hijo de Dios estaba crucificado. Satanás se regocijaba. Pero su alegría se vió interrumpida al ver llegar a Muerte.

Muerte, dime, ¿Acaso crees que no lo sabía? —preguntó Lucifer.
—¿De qué habla usted, señor? —Preguntó amablemente Muerte.
—Se que secretamente tú y Azazel intentarían destruirme al otorgar más almas a Azazel. Pero le preparé una emboscada. Les di flechas con el sello sagrado al ejército romano. Las legiones de Azazel serán exterminadas y no habrá forma de que pueda vencerme —dijo Lucifer mientras su rostro se oscurecía.
—¡No es posible! ¿Cómo pudiste saberlo? —preguntó Muerte, ahora bastante nervioso.
—Mis poderes van más allá de tus sentidos —respondió Lucifer mientras se acercaba lentamente hacia Muerte —pero aún hay una forma de que pueda perdonarte por tus faltas, Muerte. Quiero que mates a Azazel.
—¡No lo haré! Él… él es… un amigo —afirmó Muerte.
—¿En serio no lo harás? ¿Y qué tal si pudiera devolverte tu antiguo rostro? ¿Aceptarías? —dijo Lucifer.

Cuando Muerte observó sus manos, vió como la piel recrecía nuevamente y cayó de rodillas.

—¿En verdad puedes hacerlo? —preguntó Muerte.
—Así es.
—Lo haré.

Azazel ascendía a través del largo camino que conducía hacia lo que hoy se conoce como El Monte Calvario. El tiempo parecía más denso. El cielo estaba totalmente oscurecido, a pesar de que era pleno día. El silencio era total. Sólo se escuchaba la respiración de Azazel. Casi llegando a la sima, una figura muy familiar se alzaba en medio del camino. Envuelto en un manto negro, se podía apreciar la figura de Muerte.

—Azazel, no puedo dejarte pasar —dijo Muerte.
—¿Por qué te interpones en mi camino?
Lucifer descubrió nuestro plan. Ya es muy tarde. Has perdido a tus hombres.
—Yo mismo maté a mis hombres —exclamó Azazel, mientras sus ojos rojos brillaron intensamente —y a aquellos soldados que Lucifer envió.
—¿Tú solo? ¡Es imposible!
—Apártate de mi camino —ordenó violentamente Azazel.
—Lo siento, pero no puedo hacer eso. Es la última oportunidad que te ofrezco. Si te vas, y no regresas, no tendremos que hacer esto.
—¿Por qué me traicionas?
—Él prometió que me devolvería mi rostro, ¡El que tú me quitaste!
—Lo siento —dijo Azazel en voz muy baja.
—¿Qué has dicho?
—Nada. Si tu deseo es luchar, entonces, luchemos.
—No es mi deseo luchar contigo, pero no me dejas otra opción. Azazel, esta noche morirás, ¡de una forma u otra!

FIN

Capítulo VIII: La Muerte de Azazel

Por Edwin Peter Barbes -30122010-

«El Fin de Los Tiempos, Sucederá al Final de los Primeros Eventos»

—Pero, Lucifer, en parte Azazel tiene razón. ¿Por qué simplemente no vas y matas al hijo de Dios? ¿No te concedería esto sus poderes? ¿No debilitarías con esto La Santa Trinidad, haciendo así a Dios vulnerable? —preguntó Úrsula. Aquella demonio se encontraba junto a Lucifer en el monte calvario, entre la multitud que allí se encontraba para presenciar la crucifixión de Jesús.
—Piensas de igual manera que
Azazel.  Pero ambos están equivocados.  La misión de Jesús es la de morir por los pecados de los humanos, para que así ellos mismos no tengan que purgarlos por sí mismos. Salvaría a la raza humana de su propia destrucción. No debemos matarlo, sino hacer que se rinda, que suplique para que su padre lo salve. Así la raza humana será condenada, y su misión habrá fallado exclamó Lucifer.
—Pero… ¿Qué haremos con
Azazel? ¡Él está empeñado en destruir a Jesús!
—Es por ese motivo que he enviado a
Muerte para detenerle.
—¡¿Qué?! ¡Pero la última vez que lucharon,
Azazel por poco lo mata! No… no puedes permitir que…
—Eso sucedió con
Erian —interrumpió Lucifer. Y Erian ya no existe. Sólo Muerte. Él es ahora algo diferente.
—Supongo que sólo nos queda confiar en que
Muerte pueda lograrlo… —dijo Úrsula con su vista fija hacia la cruz, pero con la mirada cada vez más melancólica.

No muy lejos de allí se encontraban Muerte y Azazel uno frente a otro, aguardando en completo silencio. El viento pesado y frío fluía rápidamente; como si hasta el viento mismo tratase de no interponerse en la batalla que estaba por comenzar. El silencio era desafiante; las miradas penetrantes. Las auras demoníacas de ambos contrincantes, se expandían con gran fluidez, colisionando entre sí. De repente, Azazel materializó sus cuchillas absorbidas por sus antebrazos, desde éstos hasta sus manos. Moviéndose rápidamente, azotó con gran fuerza sus cuchillas contra Muerte. Con un sonido sórdido de metal, Muerte pudo detener a tiempo el ataque con su guadaña, y con gran fuerza lo contrarrestó en un solo golpe, haciendo que las cuchillas volaran en diferentes direcciones. Sin perder tiempo, Muerte se dio al ataque con su guadaña, agitándola ágilmente. Azazel esquivaba cada uno de los ataques con una velocidad impresionante. Pero de repente, él desapareció de la vista de Muerte. Azazel, saltó desde la retaguardia de Muerte en un ataque sorpresa; y extendiendo ambos brazos, con sus poderes mentales, levitó sus cuchillas y al instante las regresó a sus manos nuevamente, para ejecutar un doble ataque con todas sus fuerzas hacia Muerte. La guadaña de Muerte voló por los aires y se clavó en el suelo. Muerte, había detenido ambas cuchillas con sus manos vacías. La sangre se escurrió desde las palmas de sus manos, hasta sus brazos y parte de su cuerpo. Azazel y Muerte empezaron a forcejear, causando que las heridas de Muerte en sus manos se profundicen.

—¿Puedo preguntarte algo? —Dijo Azazel—. ¿Me odias?
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Tú me destruiste! ¡Tú mataste a Erian! Pero Muerte… ¡Muerte te agradece que lo hayas despertado! —respondió.
—Yo sólo… —dijo Azazel en un susurro.
—¿Qué sucede?
—Nada, continuemos.

Muerte y Azazel continuaban su forcejeo mientras discutían. Pero en un momento, Muerte concentró su fuerza y logró despojar a Azazel de sus cuchillas, arrojándolas lo más lejos posible. Ambos retrocedieron unos pasos de un salto. Muerte Recogió su guadaña y Azazel desenvainó su espada. En cuestión de segundos, ambos desaparecieron a la vista humana para cruzar armas a una velocidad indeterminable. Azazel, lanzaba millares de ataques, todos con precisión y sin mostrar emoción alguna. Sorprendentemente, Muerte lograba esquivar cada uno de ellos, e inclusive contraatacar.

—Es el momento de tomar esto más en serio, ¡no tengo tiempo para estos juegos! —exclamó Azazel.
—Haz lo que tengas que hacer —respondió Muerte.

La espada de Azazel, se encendió al rojo vivo, con un color amarillento y anaranjado a la vez. Azazel agitó su espada, enviando así tres ondas de fuego a gran velocidad en dirección hacia Muerte. Éste, esquivó ágilmente la primera onda; torpemente esquivó la segunda; pero la tercera dio de lleno contra su pecho. Haciendo que por el impacto fuera arrastrado por los aires, hasta que se estrelló contra una de las rocas del acantilado, destruyéndola; y luego cayó de bruces al suelo, escupiendo sangre. Tambaleándose un poco, Muerte se colocó de pie nuevamente.

—No está nada mal. Ahora es mi turno. Prepárate —dijo Muerte.

Convocando a sus almas, Muerte las poseyó a todas, transformándose en una enorme criatura devoradora de almas. Vista al lado de Azazel, hacia parecer a éste no más que una simple rata. Aquella bestia era espantosa. Tenía cuatro cuernos, dos alas; dos enormes colmillos sobresalientes de su mandíbula inferior; y sus ojos eran blancos, fantasmales. Su guadaña había crecido enormemente, y brillaba con descargas eléctricas, como si la esencia demoníaca fluyera de ella.

—¡Este es mi verdadero poder! ¡Azazel! ¡Te aplastaré! —dijo aquella bestia con una horrible voz.

Enfocando su energía en el puño, Muerte lo dejó caer con todas sus fuerzas contra Azazel. Un sonido de golpe profundo atravesó todo aquel monte. Aparentemente, Azazel había sido aplastado luego de tal potente ataque. Pero Muerte, se sorprendió al ver que Azazel, había detenido su ataque con una sola mano.

—¿Cómo es posible que hayas detenido mi ataque? ¡Mi forma completa de demonio es inmensa y poderosa! —dijo Muerte.
—Más poderosa aún, será tu caída. ¿Qué acaso crees que tu poder es suficiente para terminar conmigo?
—¡No es posible!
—Ahora te enseñaré mi forma completa.

De la espalda de Azazel, empezaron a brotar un par de alas, cubiertas en fuego infernal. Sus ojos se enrojecieron, como un amanecer teñido con sangre. Enormes cuernos surgieron se su frente, sus colmillos crecieron en gran tamaño. Las garras surgieron amenazantes; afiladas como largas navajas. Una armadura infernal cubría su cuerpo. Su espada trinitaria adoptó la forma del demonio; llenándose de energía maléfica, se transformó en una espada viviente con un ojo rojo a cada lado. La presencia de Azazel, era desafiante; a pesar de que su tamaño no incrementó en gran manera. Se veía aún más amenazante que, Muerte. Mirando desde aquel punto inferior, Azazel, ya transformado, se alzó en un vuelo de fuego infernal hacia el cielo.

Muerte enfocó su poder, causando una tormenta de almas masiva. Azazel, centrando su fuego infernal en sus alas, lanzó unas corrientes de fuego, causando un remolino de fuego infernal enorme, que consumió todas las almas que Muerte envió, y golpeó de lleno a Muerte, en su forma completa. Causando que éste regresase a su forma original. Muerte, se arrastraba por el suelo casi agonizando.

—Esta batalla ha terminado. Ahora lárgate —dijo Azazel, mientras reanudaba su marcha hacia la cruz. Mientras este caminaba, iba dejando un rastro de fuego. Azazel, se detuvo al escuchar la voz de, Muerte.

—Aún… aún no me has… vencido…
—Eres un terco cabeza dura. Mírate. Ni siquiera puedes moverte

En un último y desesperado intento, Muerte, concentró todo su poder en su guadaña, lanzándose en un feroz ataque contra, Azazel. En una milésima de segundo, Azazel y Muerte, habían realizado su última cruzada. La guadaña de, Muerte, se había roto. Las llamas de la espada infernal habían traspasado el cuerpo de Muerte, quien ahora yacía en el suelo retorcido en dolor y agonía.

—El ataque que he realizado en ti no es fatal, pero quemará todo rastro de que en tu cuerpo alguna vez hubo carne. Es una lástima, desperdiciaste tu oportunidad de gobernar este mundo bajo mi mando —dijo Azazel, mientras nuevamente continuó su camino.

Muerte, ha sido derrotado —exclamó Lucifer en voz alta.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Úrsula.
—He dejado de sentir su presencia —respondió Lucifer.
—¿Y qué harás al respecto?
—No hay nada más que pueda hacer.

Lucifer y Úrsula, observaron como la figura de Azazel, se acercaba lentamente a la cima del monte calvario, donde todos los demonios, Úrsula, Lucifer y los demás espectadores del pueblo, se encontraban alrededor de las tres cruces.

—Vaya, me parece que hay gran fiesta… ¿Alguien le importaría decirme por qué no fui invitado? —dijo Azazel.
—No puedo permitir que lo mates, ¡Arruinarías el plan! —dijo Lucifer.
—No podrás detenerme. ¿Dónde está él? —Preguntó Azazel, mientras daba un vistazo alrededor—. ¿Es acaso este hombrecillo?

Entre dos ladrones, se encontraba la figura de un hombre cabizbajo, mal herido y hambriento, su larga cabellera cubría casi todo su rostro. Este hombre no hablaba, pero lágrimas corrían de su rostro. Azazel, se acercó a él, tomó su espada y la colocó en posición, lista para dar el golpe final a aquel hombre. Pero antes de que este pudiera dar el golpe, aquél hombre lo miró fijamente a los ojos, con unos ojos profundos, que perforaban el alma. Para sorpresa de todos los presentes, Azazel cayó de rodillas, y dejó que su espada cayera también con él al suelo.

Dios mío… perdóname… —susurró.

Por primera vez, Azazel, observaba sus manos, y en ellas veía reflejada la sangre de todos aquellos que había matado. Azazel, sentía que todo ya estaba perdido, y sentía como su alma oscura, se retorcía en una agonía mayor a la de Muerte anteriormente. Pero aquél hombre le dijo las últimas palabras que, Azazel, escucharía en la tierra.

—Hijo mío, yo ya os he perdonado.

Una enorme luz cegó a todos los presentes, mientras que Azazel, perdió el conocimiento. Cuando, Azazel, abrió nuevamente los ojos, se encontraba totalmente desorientado. Estaba en un lugar extraño, pero familiar. No podía ver nada más que grandes destellos de luz. Una gran corte al final de largas escaleras se podía apreciar frente a él. Azazel, empezó a subir aquellas escaleras. Cuando se acercaba a la puerta, vio como dos ángeles centinelas custodiaban las puertas de aquella enorme corte. Azazel, entendió en ese momento donde se encontraba.

—Arrodíllate ante la presencia del altísimo —le dijo uno de los ángeles.

Antes de poder responder, aquellas enormes puertas de la corte se abrieron de par en par, revelando así la presencia de, Dios. Todos los presentes se arrodillaron, y cubrieron sus rostros ante su presencia.

Azazel —dijo Dios con su gran voz omnipotente.

—Aquí estoy —respondió Azazel.

—Has pecado, contra toda la humanidad, contra el cielo, contra mí y contra ti mismo.
—Lo reconozco. Me he transformado en un monstruo sin compasión. Todas las vidas que he tomado… ¡Todas las personas que he hecho sufrir! ¡No hay forma de retribuir todo esto! Señor… te pido… ¡Qué acabes con mi vida! Ni siquiera merezco lugar en el infierno.

Me ofreces tu vida, a cambio de todas las que tomaste… La tomaré.
—Entiendo perfectamente.
—Sin embargo, no terminaré con tu existencia. Tu arrepentimiento te ha salvado. Pero los demonios como tú, deben de purgar sus pecados por su propia cuenta. Me has ofrecido tu vida, así que la tomaré y la emplearé en el exterminio de las criaturas infernales. Esta vez, tendrás que dar caza a aquellos que eran como tú.
—¿Qué debo de hacer?
—Te convertirás en un cazador de demonios bajo mi mando. Desde ahora, Azazel, no existe más. Ha muerto. Desde ahora tu nuevo nombre será, Angelion. Porque aún en las tinieblas, mantuviste tu luz. Pero este hecho no te libra de tu condena. Has pecado, y deberás cumplir tu sentencia. Primero: deberás de vagar por la tierra exterminando demonios para purgar tus pecados. Segundo: para que entiendas el sufrimiento y la debilidad humana, te transformaré en uno, conservando tus habilidades de ángel y demonio. Serás un híbrido perfecto entre las tres razas, pero mayormente humano. Aunque no envejecerás, te despojare de tu inmortalidad. Tus heridas regenerarán de igual manera, si no eres muerto en combate. Tercero: colocaré en tu espalda la marca de redención, una cicatriz en forma de cruz. Servirá como recordatorio de tu pasado pecaminoso. Eso es todo.
—¡El Altísimo ha hablado, sea hecha su voluntad en el Cielo y en la Tierra! ¡Amén! — exclamaron los ángeles.

El estruendo de estas palabras hizo que Azazel se desmayara, para nunca más abrir sus ojos como tal.

FIN

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