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«Siempre existirá un número determinado de personas que tenga enorme curiosidad por el espacio exterior desconocido, y un deseo ardiente por escapar del encierro de lo común y lo real, para vagar por regiones encantadas llenas de aventura y posibilidades infinitas a la que solo los sueños pueden acercarse».
H.P. LOVECRAFT, Notes On Writing Weird Fiction.
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En un principio se hizo la luz… finalizada la tarde, los rayos de un sol abrazador se fueron apagando para dar paso a los misterios de la noche; dentro de todo ese ambiente natural, una raza primitiva, comenzaría a ser el arquitecto de lo imaginario dando forma a lo desconocido mediante la representación de signos y símbolos. Imaginémonos ahora ese maravilloso instante, esa chispa mental incendiaria; una amalgama de miedo y excitación que produciría en nuestros primeros habitantes, el intentar descifrar ese algo superior que se extendía en todo su alrededor y, ¡EUREKA!, las primeras maquinaciones de una mente en su estado evolutivo que retenía la película natural de una realidad misteriosa, expulsada desde su cerebro para dar origen a la creencia de lo inexplicable.
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«Un Prometeo ha llegado, trayendo consigo la luz del conocimiento»
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La odisea de entender lo que escapaba de su comprensión, se impuso al sentimiento de pavor y de miedo; convirtiéndose en una experiencia limitada —curiosidad—, para dar origen al razonamiento y la inventiva; un pensamiento primitivo en estado de gestación y con escasas nociones surgía de una serie de reacciones en cadena —impresiones físicas— dando como resultado la interpretación maravillosa de lo extraño, lo fantástico, mitológico, alegórico y sus leyendas; sin olvidar sus ensoñaciones y pesadillas. ¿Y acaso, no fue el fuego físico uno de sus principales protagonistas? es evidente que esa tecnología de la naturaleza contribuyo a sus descubridores a darle un poder, una magia deslumbrante que sometería a otras tribus menos afortunadas imponiéndoles una nueva creencia de lo divino. Pero a pesar de esas luchas constantes por la sobrevivencia del más acto; un ser nómada se establece en terreno fértil, llevando consigo toda esa experiencia fantástica, transmutada en una serie de ritos y alegorías religiosas; convertidas en la dualidad cósmica del bien y el mal.