CONJURO DE BIENVENIDA / Un Paseo bajo los Rayos de un Sol Agonizante

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Queremos invitarles a un paseo. Será uno en el que intentaremos que su piel se caliente bajo los rayos meditabundos de un sol que agoniza. Eso claro, si nuestra imaginación es lo suficientemente fría para hacer que dicha agonía sea tan irrevocable como la sentencia de las leyes cósmicas. Nos imaginaremos ser tan  arrogantes como para tomarlos de las manos y llevarlos a lomos de nuestros sueños y, –¿por qué no?- pesadillas, a visitar los lugares más memorables y espantosamente bellos de las diferentes ciudades y paisajes del último continente sobre la faz de la tierra; uno que flota pesado como un cadáver sobre las aguas  de un mar empañado por los pálidos rayos de un sol que se apaga; por los símbolos en constante evolución de un mundo mítico, creado por una de las mentes más geniales de la literatura fantástica: El divino Clark Ashton Smith (1893-1961). ¿El paseo? ¿Acaso ningún estremecimiento interior los ha hecho adivinar los parajes por donde los pies de sus almas, han de dejar sus últimas huellas? Claro, imaginé que no nos iban a defraudar, y que ustedes, al igual que nosotros quieren contemplar la última puesta del sol desde el mejor de los escenarios: Zothique, the last continent.

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TETRAMENTIS/ El Candidato – Por Glaem Parls

El candidato subió al escenario sonriente, parecía merenguero llegando al país después de obtener victoria en algún festival internacional de la voz. Los capos amontonados en primera fila aplaudían hasta los anuncios.

De inmediato, se consagro mago, sus palabras desaparecieron en menos de una hora la miseria heredada en los últimos siglos: Construyo viviendas, puentes, carreteras, caminos vecinales, hospitales, escuelas, universidades, genero nuevas fuentes de empleo, subió salarios, condeno jueces, reformo las fuerzas del orden publico susurrando: muñecas y bicicletas.

¡Miles babearon extasiados! ¡Saltaban de alegría! ¡El mesías enviado por Dios finalmente está con nosotros! ¡Liborio Mateo, San Juan Bautista, Caonabo!

Al culminar el acto, escoltado por ángeles y arcángeles abordo la yipeta negra de placa exonerada, dejando en el aire una extensa cortina de polvo amarillento

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IMAGINARIAM R.I.Z / Destellos de Medusa: una mirada detrás de los velos – Por Ariel Ortiz

Ariel

El nombre de este ensayo es una paráfrasis que encierra el título del cuento Los velos de medusa, publicado en la entrega anterior de Zothique. En calidad de autor del mismo estimamos que la carga simbólica, poética y metafórica presente en su contenido merece un comentario directo de su artífice original, que arroje luz sobre las figuras mitológicas griega, egipcia y hebrea que lo motivan.

El título de la narración sintetiza la esencia misma del contenido de sus páginas: el misterio que encierra la existencia humana en los derroteros de su evolución.

Antes de entrar de lleno al corazón de Los velos de medusa conviene reflexionar un poco sobre la actual sociedad global, que sirve de contexto sociológico o punto de partida de la exégesis literaria que haremos al cuento. Veamos:

Vivimos una época sin precedentes de difusión de información y conocimientos en el marco de un mundo globalizado, habitado por más de siete mil millones de personas. Representación de multitud de seres humanos cuya forma de vida refleja las épocas, culturas y escalas evolutivas que han gestado los modelos de cada sociedad: desde la etapa nómada-tribal de cazadores y recolectores hasta el mundo virtual del ciberespacio.

El escritor José Saramago tradujo al formato de la novela este fenómeno inédito en la Historia. Su Ensayo sobre la ceguera es una parábola sobre la condición humana en la época postmoderna.

Según expresó Saramago en una entrevista tras publicar su novela, la naturaleza de la ceguera que observó el portugués no es motivada por la ignorancia en sí de las personas, por falta de conocimientos o información de la gente (como llegó a suceder durante los siglos de oscurantismo de la Europa Medieval). Más bien es lo contrario: la escena que retrata Saramago es la de una sociedad que alcanza tal grado de madurez en términos de civilización o auge de la metrópolis que queda sumida en una crisis existencial. Una población cautiva y envanecida por un deslumbramiento de la razón que utiliza más para ejercer violencia y manipular a sus semejantes que para construir relaciones positivas, basadas en confianza y respeto de derechos y deberes fundamentales e inalienables de la Humanidad.

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TETRAMENTIS/ Los Velos de Medusa – Por Ariel Ortiz

Los seres inmaculados quedaron mudos de expectación ante la escena que coronaba todos los sacrificios. Yo era entonces Ben Adam, hijo de Elí —último de los maestros cabalistas que descifraron la plenitud de los Diez Sefiros—, dentro del pasillo contiguo a la Cámara del Rey a unos pasos del velo principal, en el umbral del séptimo milenio.

“Debes siempre sacrificar algo de igual valor a lo que esperas recibir” —recordé decir a mi padre. Todo lo edificado en torno a la Pirámide se cimentó, en cambio, sobre el principio opuesto. Tantas civilizaciones de barbarie o barro programadas por la matriz de Bereshit se justificaban en este último ciclo de Luna nueva o Yom Teruá.

Las divinas letras de la Torá fluyeron ese instante que renació en mí el gran misterio. Frente a mis ojos entreabiertos, el triángulo perfecto de la transgresión o círculo del no-retorno, auguraba que la verdadera prueba comenzaba.

“Sólo el hombre digno podrá conocer la sustancia que todo lo unifica y no morir en el intento” —dijo el maestro Maimónides. “Y no lo olvides, Ben Adam —recalcó mi padre a mi oído—: “tu mayor poder es tu mayor debilidad.”
Estas ideas metafísicas del mar de mi conciencia despertaron una paradoja no resuelta: ¿Cómo podía lo infinito coexistir con la eternidad? La respuesta se sugería evidente: No hay reglas sin excepción.

Estaba pues allí en la Pirámide, recluido y libre a la vez, marcados mis latidos por la rueda del destino, llamada entre los gentiles —con ingenua pasión o irónica indiferencia— de la fortuna. Los rusos (quizás inspirados por el néctar del vodka) comprendieron mucho mejor la metáfora del mito zodiacal.

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INTROVISION / El Despertar del Fénix

Fenix Grabado

 

  El cadáver plateado de una tierra moribunda todavía flota en las turbulentas aguas del mar oriental y el mar de Indaskian, forzados por ambos océanos, sus aguas rugen furiosas disputándose con bravura el terreno rocoso que llevara al hundimiento definitivo de lo que en vida fue llamado el continente de Zothique. Las placas tectónicas se quiebran, y de sus entrañas, la sangre de un magma plateado surge pestilente por todas las aguas de sus mares; ¡nunca será tan grande el dolor! ¿Acaso, algún habitante de Yoros, petrificado en el silencio de una luminiscencia plateada llorara esta pérdida?

  Imaginemos las causas que han dado origen a este posible ocaso, tal vez, contrario a las numerosas predicciones inmemorables de los astrólogos; el advenimiento de esta plaga cósmica (que como todos sabemos descendió de la estrella gigante Alchenar), tuvo su verdadero origen en el éter de dimensiones desconocidas. Entre los numerosos hechiceros del continente de Zothique, se comentó alguna vez con gran escepticismo, de un antiguo objeto de poder nombrado por muchos como el Ojo de Izdrel; descrito, como un extraño y arcano espejo pentagonal, decorado en sus bordes ornamentales de una serie de símbolos cabalísticos que anunciaban el advenimiento final de aquel mundo agonizante. Muchos han especulado sobre tal codiciado objeto, asegurando su existencia en un gran salón informe, resguardado, por los aterradores encantamientos del temible Namirrha, quien le descubriría accidentalmente en una cámara oculta próximo a la oscura y gigantesca estatua de Thasaidon.

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IMAGINARIAM R.I.Z / Diferencia entre el relato corto y la novela – Notas de Philip K. Dick

Philip K. Dick

   La diferencia entre un relato corto y una novela reside en lo siguiente: un relato corto puede tratar de un crimen; una novela trata del criminal, y los hechos derivan de una estructura psicológica que, si el escritor conoce su oficio, habrá descrito previamente. Por consiguiente, la diferencia entre un relato corto y una novela no es muy grande; por ejemplo, La larga marcha, de William Styron, se ha publicado ahora como «novela corta», cuando fue publicada por primera vez en Discovery como «relato largo». Esto significa que si lo leen en Discovery están leyendo un relato, pero si compran la edición de bolsillo van a leer una novela. Con eso basta.

Las novelas cumplen una condición que no se encuentra en los relatos cortos: el requisito de que el lector simpatice o se familiarice hasta tal punto con el protagonista que se sienta impulsado a creer que haría lo mismo en sus circunstancias… o, en el caso de la narrativa escapista, que le gustaría hacer lo mismo. En un relato no es necesario crear tan identificación, pues 1) no hay espacio suficiente para proporcionar tantos datos y 2) como se pone el énfasis en los hechos, y no en el autor de los mismos, carece realmente de importancia —dentro de unos limites razonables, por supuesto— quien es el criminal. En un relato, se conoce a los protagonistas por sus actos; en una novela sucede al revés: se describe a los personajes y después hacen algo muy personal, derivado de su naturaleza individual. Podemos afirmar que los sucesos de una novela son únicos, no se encuentran en otras obras; sin embargo, los mismo hechos acaecen una y otra vez en los relatos hasta que, por fin, se establece un código cifrado entre el lector y el autor. No estoy seguro de que esto sea especialmente negativo.

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INTROVISION / Ylourgne: Una Fosa Común Para un Solo Cadáver

 «Aquellos que arribaron aquí como muchos, Retornarán siendo uno.»

Palabras del nigromante Nathaire.

[«El Coloso de Ylourgne»: Clark Ashton Smith].

 Cada tumba exhala el orgullo necrológico de su individualidad, renuente a sacrificarla por la unidad ilusoria de una colectividad de la cual ellas no quieren participar: quieren permanecer en la singularidad desde cada una de las partes que son, no en la que promete el putrefacto todo que soy.

El río Isoile arrastra mi condena desde las colinas nórdicas coronadas por las ruinas del antiguo castillo de Ylourgne—donde sueñan habitar como hombres los lobos que embrujan el bosque con sus aullidos—, hasta los pantanos del sur, entre Les Hiboux y Ximes, los cuales se endurecieron cual losa sepulcral considerando que sería una blasfemia agregar la descomposición de mi carne a la que fermenta las entrañas de su tierra. Mil voces gritan en mi interior ambicionado sofocar la mía; maldiciéndome por el hecho de haberle interrumpido su sueño eterno, su pacífico descanso en el sepulcro. Antiguas vidas que han devenido en «Yoes», en demonios que han tomado posesión de mi alma, desde el momento que me apoderé con mi energía de cada uno de sus cuerpos.

Pude reunir los cadáveres, pero ahora me resulta imposible reunir sus tumbas, y aún menos, descansar en cualquiera de ellas. He deambulado por toda la geografía de Averoigne, en busca de un sepulcro desde donde ninguna nigromancia pueda levantarme como lo hice yo con los cadáveres frescos de cientos de jóvenes que acabaron sus días con una muerte violenta. Mi voz destelló en la oscuridad de sus conciencias como un relámpago de fuego y azufre. Irresistible a la fuerza nigromántica de mi invocación, peregrinaron hacia Ylourgne. Los brazos de los dolientes vivos se extendían implorantes hacia los muertos para que no los abandonaran por segunda vez.

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TETRAMENTIS/ Georitmo a la Velocidad de la Luz/ Por Odilius Vlak

«… Y entonces, como si el temblor de mi cuerpo hubiese levantado un velo, se me apareció la Santísima Virgen de la Altagracia, pero no como la vi en la primera visión —rodeada solamente de su esplendor—, sino a lomos de una gran bola de fuego; sobre la cual Nuestra Señora cabalgaba apresuradamente como si estuviera huyendo de un fuego aún más terrible. Y esa bola de fuego se acercó a mí rodando sobre la noche. Sin desmontarse, la Santísima Virgen me dijo: «Hija mía, dentro de trescientos años ve a mi capilla y ora; y luego avísale al mundo el advenimiento de un gran castigo. Que haga penitencia, o si no rodará por los cielos como esta bola de fuego… pero cubierto sólo de cenizas…».»

[Del texto apócrifo de José María Serra «El segundo mensaje de la paloma de fuego», registro # d.c.02010405, de los Expedientes Alejandrinos de la República Dominicana]

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I

Me presenté al domicilio de la señora Ana María Galbes muy temprano en la mañana del 16 de julio de 1845, como lo habíamos acordado. La calle de los Plateros, donde está ubicada, se encontraba desierta, excepto por un leve manto de bruma que cubría el polvo; tejida por el rocío que insistía en desafiar ese caluroso verano. Me encontraba presa de un temblor que estremecía todo mi cuerpo, casi diría de un rapto religioso, debido a la expectativa reveladora de nuestra reunión. Por un momento pensé que el barro de mi cuerpo se convertiría en un instante en polvo a causa de un terremoto en mi carne semejante al que tres años antes había destruido la isla. En la entrada de su casa me esperaba Elías Polanco, su hijo. Frente a nosotros, la legendaria casa de «Los Tres Altos» proyectaba con orgullo su añejada ruina: mucho más antigua que el grito del 27 de Febrero; que la Declaración de Independencia de Núñez de Cáceres del 1 de diciembre de 1821 y los 22 años de oscurantismo haitiano que sobrevinieron dos meses después; más antigua que la España Boba y el gesto de devoción infantil que la engendró con la hazaña de Palo Hincado en 1808. Pues decía la leyenda que sus habitantes emigraron a Cuba en 1795 a raíz del tratado de Basilea.

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INTROVISION/ Achernar: La Estrella Polar de Zothique

No era aconsejable arribar a las costas de cadavéricas arenas plateadas de Zothique. Pero algunos marinos intrépidos, cuyo vacío existencial de ser los únicos seres vivos en una tierra muerta era más poderoso que el terror intemporal que exudan las leyendas; miembros del último reducto de vida humana en el único planeta del Sistema Solar que aún orbitaba el lecho de muerte del sol, se atrevían a hacerlo; navegando desde las islas diseminadas a lo largo del mítico Mar Indaskiano. Islas afortunadas que no fueron en su mayoría golpeadas por la última expresión energética que avanzó llena de vida por los roídos desiertos de Zothique: La Muerte Plateada.

Desde Cyntrom, Sotar, Tosk, el archipiélago de Yumatot, e incluso desde la distante Ornava, que pendía sobre la cuerda floja del horizonte, peregrinaban cada solsticio de invierno hacia la costa sur del continente miles de fieles, sólo para tener el placer sagrado de caminar una vez más sobre la tierra de sus mayores. Sólo de Uccastrog, maldecida por la Muerte Plateada a manera de despedida, no desplegaban las velas de ningún barco. Marchaban guiados por la Estrella Polar del Hemisferio Austral de Zothique: Achernar. La misma que hacía eones había soplado ese aliento de muerte estelar sobre el Último Continente. (más…)